Opinión

Un señor mayor

Sí, seguro,  a simple vista es mayor que yo, sí, es mayor,  a punto de ancianidad,  calculo que   tendrá unos  ochenta, tal vez algunos más, me lo encuentro con frecuencia  sentado en un banco del parque por donde paso casi todas las mañanas,   con la mirada aparentemente perdida;  eso  al menos me parece a mí,  pero no sé, a  lo mejor  no es así, y él sabe perfectamente  lo que está mirando  y soy  yo  el que está perdido, vete tú a saber.

Con el paso del   tiempo,  uno  ya no tiene las ideas tan claras,  cada día tienes más dudas,  como decía el San  Agustín,  que en paz descanse;  (esta  vieja costumbre tan nuestra de  desear la paz a los muertos prácticamente ha desaparecido, tal vez porque ahora ya ni  en sus tumbas los  dejamos en paz) si  pienso dudo. Sí,  sí, ya sé que algo parecido también dijeron otros, pero bueno, yo me quedo con la del santo por los pelos, en todo caso, tampoco  se trata de una tesis,  el asunto  es que te entran dudas, y el que no duda, mal asunto,  sobre todo si has vivido hasta una cierta edad, y has  tenido puestos de responsabilidad, no digamos ya,  si has sido presidente de gobierno;  al menos tienes que dudar tío, es inevitable Jose, de verdad,   no puedes decir que no tienes motivos para pedir perdón, para nada . Todos tenemos motivos para pedir perdón, unos más, otros menos, pero algunos necesitan que se lo especifiquen, se los detallen,  se los recuerden, se los graben, que se los prueben.

Me pica  la curiosidad de  saber  algo de la vida de este  señor mayor   que veo en el parque Berlín de Madrid, pero  he desistido de darle ni siquiera los buenos días porque me da la sensación de que no quiere saber nada del mundo que le rodea,  está siempre solo, no parece que le falte de  nada, su aspecto es cuidado, pero se le nota distante, lejano,  no sé si habrá sido profesor, cura, funcionario, militar  o jardinero,   si viviera mi tío Ramón seguro que se hacía con él;  empezaría,  tal vez,  preguntándole si había estado en el frente, esa generación nunca hablaba de guerra,  ellos solo  habían estado en el  frente, en el caso de mi tío Ramón,  alférez provisional,   se había quedado impresionado al oír  los primeros tiros allá por  Valencia, en la costa, concretamente en  Cuevas de Vinromá ,  para un hombre pacífico como él  que, antes de saludar pedía perdón,  tuvo que ser un trauma,   pasar de la paz de Bentraces, a la locura de  esa estúpida guerra,  porque de eso se trata, de una estupidez,  de una  puta  locura y cuando la cosa va de putos  locos no hay más que resignarse,   como actuamos  ante un fenómeno natural; como  hacemos ante  un terremoto, una inundación o un rayo que nos parta, porque con la naturaleza no nos indignamos, solo nos indignamos cuando se trata de echarle la culpa  a los rojos, a los azules o a los morados; pues tú mataste más, tío,  pues tú empezaste primero, pues ahora te vas enterar, tienes que pedir perdón,  y así, siempre a la gresca,   año tras año, siglo tras siglo.

Pero  la guerra, en cierto modo, también podemos considerarla  como algo natural, porque la locura es la única enfermedad que no dispone de signos de alarma, el loco no tiene fiebre, no le duele la cabeza, puede matar, violar,  declarar la guerra, está en plena forma,  y esto la sabe perfectamente la naturaleza, ella sabrá porque lo ha organizado así y no le ha proporcionado a los locos  unas  décimas de fiebre, por lo menos.

Nuestro presidente Sánchez ha viajado recientemente a  varios países de América a ver como llevan la cosa de la reconciliación, también  por allí ha proliferado  la locura,  pero yo creo que  es en nuestro continente, en Europa, donde podemos inspirarnos,  sus heridas son más grandes y recientes que las nuestras,   los millones de víctimas producidas por la locura de Hitler  están enterradas  en  toda  Europa,  de una u otra forma,  dispersas   por los campos de  Rusia, Polonia, Alemania, Francia,  Italia, etc., pero me da la impresión de que  nuestros vecinos han sabido olvidar y tal vez, perdonar,  más y mejor, y no será que no tengan  asesinos, espías, traidores y violadores para dar, tomar y  recordar.

No sé, pero me da la impresión  de que el señor mayor del parque de Berlín todavía no ha olvidado.

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