Opinión

La incontenible emigración africana

Ceuta y Melilla se han convertido en una de las puertas de África. Ambas ciudades autónomas españolas son frontera entre los dos continentes, frágil muro de contención de una famélica legión de emigrantes económicos que tratan de pasar al Viejo Continente, un nuevo El Dorado para los desesperados norteafricanos que protagonizan una tragedia del siglo XXI huyendo de la escasez y de la miseria. Habría que encontrar acentos bíblicos para describir este nuevo éxodo que supone el vuelco demográfico de un continente en otro. Baste decir que, según Frontex (Agencia Europea de Control de Fronteras), la presión migratoria hacia la Unión Europea se multiplicó por tres en 2013. Y continúa. Es consecuencia de la incontenible emigración africana hacia Europa que dura desde 2005.

Las imágenes de estos desamparados viajeros forzosos han dado la vuelta al mundo, imágenes que muestran a inmigrantes, llamados subsaharianos como si fuera una nacionalidad, encaramados dramáticamente a las dobles vallas que rodean a Melilla, esperando a dar el salto hacia lo que creen que es la prosperidad. Proceden de distintos países africanos, tratan de huir de la indigencia y la precariedad, escapar de la inestabilidad en Sudán y Libia o de los confictos en Siria y Eritrea: vienen con documentación falsa perdiendo adrede la identidad para no ser devueltos a sus naciones de origen. Su arriesgado cambio de continente es una verdadera odisea contemporánea. La han superado hasta ahora cerca de 1.900 personas este año, una cantidad mucho mayor que las de los últimos tiempos: 63 lo lograron en 2011, 390 en 2012 y 830 en 2013, según el Ministerio del Interior, informan las agencias de prensa.

El éxodo es imparable. Marruecos y España, países de tránsito y no de destino como Francia, Alemania u Holanda, colaboran entre sí para detener este flujo incesante. Pero no hay modo. Por ejemplo, unos 400 jóvenes acaban de protagonizar el miércoles pasado un nuevo intento de entrada a Melilla, el segundo en 48 horas, y decenas de ellos permanecieron largo tiempo subidos a la moderna y tecnificada empalizada fronteriza esperando pasar al otro lado como pudimos ver en tensas imágenes impactantes por televisión. La semana pasada en varios saltos simultáneos desde cinco puntos, 60 inmigrantes han logrado entrar en Melilla. No son legión pero sí muestra de una tendencia constante. Muchos otros esperan al acecho acampados en el cercano monte Gurugú, en Marruecos. Suma y sigue, no se pueden poner puertas al campo.

Acomodados y menesterosos

Ceuta, española desde 1656, situada en la península Tingitana, en la orilla africana del estrecho de Gibraltar, de 19 kilómetros cuadrados, cuenta con 84.000 habitantes, en su mayoría cristianos y musulmanes, pero también judíos e hindúes. Es un puerto franco con una serie de ventajas fiscales que favorecen su comercio. Melilla, de arquitectura modernista, española desde 1860 tras muchos avatares, de 2,5 kilómetros cuadrados y más de 88 mil habitantes, asimismo cristianos, musulmanes, judíos e hindúes en buena convivencia, aparte de una importante población flotante de vsitantes y comerciantes marroquíes que a veces duplica la suya propia. Ambas localidades mediterráneas tienen además últimamente vidas paralelas: son paso ininterrumpido de inmigrantes desde hace años.

El Norte, acomodado, y el Sur, menesteroso,se rozan en el África subsahariana, de donde procede la mayoría de la inmigración, la renta per capita no llega a los 1.500 euros anuales (la media mundial es de 7.200), la esperanza de vida no supera los 50 años, la tasa de alfabetización de adultos no pasa del 60% y la escolarización, tan solo 50,6%, la más baja del planeta. Una región fallida. Para más inri, es presa de las mafias de traficantes de hombres que cobran por pasar a los emigrantes sumas considerables que estos tienen que devolver con sus salarios de miseria durante años.

Todas las informaciones concernientes a este aciago tránsito encogen el ánimo. En primer lugar, no se cuentan las muertes anónimas de los inmigrantes en el periplo que les trae a Melilla a través de África. Después, hay todo un rosario de obstáculos que detallan los medios de comunicación: el primero y difícilmente franqueable la doble valla de seis metros de altura y 13 kilómetros de longtitud, fuertemente iluminada con focos para perseguir a los infractores, que termina en agresivas púas disuasorias llamadas estúpidamente concertinas por su forma, que rodea todo el enclave y que tiene ya su polémica: puesto que es doble esta valla. ¿Cuándo comienza el territorio marroquí y dónde acaba la jurisdición española? Denunciado por practicar las llamadas devoluciones en caliente a Marruecos, el Ministerio de Interior español quiere que la nueva Ley de Seguridad Ciudadana recoja como una de sus normas el rechazo legal en la frontera de Ceuta y Melilla a inmigrantes ilegales para que quede clara su situación. Pero las ONG (Organizaciones no gubernamentales) señalan que nadie se ocupa de los derechos de losdesheredados inmigrantes, los grandes olvidados.

Tres datos que dan que pensar. Según se calcula, en 2061, la cuarta parte de la población mundial tendrá sus raíces fuera del país en el que vive. La integración se impondrá.

Cerca y lejos

Otra cosa, después de la Primavera Árabe, en 2011, vinieron a Europa 140.000 hombres y mujeres que huían de diversas situaciones adversas en sus países de origen. Otra más, según Eurostat, en 2010, 3,1 millones de personas extranjeras llegaron a un Estado miembro de la UE, mientras que al menos dos millones dejaron el propio Estado. En años posteriores esa cifra aumentó. Vamos paolatinamente hacia un mestizaje de nacionalidades, de cosumbres y de religiones, un" melting pot" (crisol de culturas).

El estrecho de Gibraltar, la masa de agua sólo de 14,4 kilómtreos de acho que une al Meditterráneo y el Atlántico y que separa las placas tectónicas euroasíatica y africana debiera convertirse en un vínculo entre Marruecos y España por interés mutuo. En los últimos dos años los gobiernos de ambas naciones fronterizas aparcaron sus diferencias y favorecieron la cooperación. Si el término no es exagerado se podría hablar de una entente cordial frente a amnenazas varias en las que no es la menor el la organización terrorista Estaddo Islámico.

Lo que une es mucho. Dos datos. Hay 800.000 marroquíes trabajando en España, una colonia que no produce problema alguno. Con mercancías por un valor de 5.500 millones de euros, España es el primer proveedor de Marruecos antes de Francia y EEUU, aunque sea el tercer inversor en el mercado marroquí después de estos dos países. Son relaciones económicas muy sólidamente entrelazadas, las turísticas sobre todo de españoles que visitan Marruecos son excelentes. Lástima que esto no se extienda a la consideración mutua de ambos pueblos, que no es buena. Tan cerca geográficamente pero desgraciasamente aún muy lejos en idiosicrasia.

De todas formas, el penetrante escritor Juan Goytisolo, que vive en Marraquech, al que se considera unnexo de unión entre Marruecos y España y que conoce a fondo la cultura europea y la marroquí, concluye en un ensayo que "Europa no se entiende sin los emigrantes".

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