Opinión

Portugal, asaltado por la corrupción

La corrupción no le importa a nadie", dijo en su día, desengañado, el premio Nobel portugués José Saramago en una entrevista en 2009. Quería subrayar así sin duda la indiferencia de sus conciudadanos respecto al comportamiento de su clase política tentada por el dinero. Para el pesimista escritor y pensador, la corrupción no es sólo material sino también moral. "La pérdida de valores es un fenómeno de masas que quizás defina nuestros tiempos", agregaría en el prólogo de su último libro, "El Cuaderno", un repertorio de sentencias cortas y comentarios críticos. Sus palabras fueron premonitorias de lo que se estaba gestando en Europa y de lo que ahora mismo se cierne sobre Portugal: una corrupción que lo convierte en el tercer país europeo más corrupto después de Italia y Grecia -hay mucha competencia- y que afecta sobre todo a la clase dirigente aunque es general. Resalta aún más por la precariedad y estrecheces de la sociedad lusa, austera a la fuerza.

En efecto, en aras de la sostenibilidad de la Unión Europea, la República Portuguesa está hoy sometida a una cura de caballo de reducción obligatoria del gasto público por la "troika" (Fondo Monetario Internacional FMI, Banco Central Europeo BCE y Comisión Europea CE, los tres poderes vigilantes). Desde hace tres años se aprieta el cinturón al otro lado del Miño con fuertes recortes de salarios y de prestaciones sociales para intentar salir del atolladero y afianzarse en la Eurozona. Las instituciones antes citadas le han impuesto al país en 2011 un programa de rescate de 78.000 millones de euros -una cantidad sideral- para evitar la bancarrota. En este periodo deprimente, los portugueses, ya de por sí taciturnos, se encontraban desmoralizados. Y en esto, estalla un nuevo caso de corrupción en el país, el del exprimer ministro socialista José Sócrates, una guinda amarga. 



MENTIROSO COMPULSIVO 

Sucedió así según se detalla ahora. Un dúo de delincuentes de cuello blanco, aliados objetivos, fue tomando sigilosamente las riendas del país, y no exagero, de acuerdo con las crónicas. La pareja estaba formada por un político destacado, el citado Sócrates, y un financiero, Ricardo Salgado, designado otrora con las siglas DDT ("dono disto tudo", dueño de todo esto) que debido a una pésima administración fue incapaz de impedir la quiebra del poderoso banco Espírito Santo, el principal del país, y terminó rindiendo cuentas ante el juez por fraude fiscal y blanqueo de capitales. Ahora se halla en libertad bajo fianza.

Con muchos cómplices, la de estos dos compinches parecía la alianza perfecta para delinquir. Esta asociación de dos malhechores obró con toda impunidad a lo largo de tres años, hasta ahora que se descubrió la maquinación: la Justicia acusa a Sócrates de fraude fiscal, blanqueo de capitales, falsificación documental y corrupción en un caso que conmociona a Portugal. Pero como dice la sabiduría popular lusa "o crime nao compensa" y José Sócrates ya está en la cárcel de Évora y tendrá que responder ante cuatro jueces en la causa más famosa de la época contemporánea portuguesa. 

Primer ministro de 2005 a 2011, Sócrates, hoy de 57 años, elegido por rotunda mayoría absoluta en las legislativas de 2005, de irresistible ascensión en el Partido Socialista (PS), que pareció encarnar las ganas de los portugueses de estabilidad política y de modernidad, resultó un controvertido mandatario. Trató en un principio de impulsar las obras públicas para renovar las infraestructuras del país, pero visto desde ahora en perspectiva, cayó en irregularidades sin cuento. Llegó a ser definido como un mentiroso compulsivo que se creía sus propios embustes, un trapisondista. Últimamente sus conciudadanos lo tenían bien calado.



LA LEY FUNCIONA

Hace unos años, alejado ya de la política, José Sócrates se había establecido tan ricamente -y es el adverbio apropiado- en París, y no con el dinero de una supuesta herencia como él decía, sino con el de sus negocios sucios, según la prensa lisboeta. En la capital de Francia se compró una lujosa casa en un barrio elegante, al parecer con divisas transportadas de forma fraudulenta en un automóvil con chófer, un rocambolesco embrollo más que tendrá que aclarar ante la Justicia.

En los periódicos portugueses se cuentan y no paran sus hazañas. Estuvo implicado en muchas corruptelas, basten dos: una discutida licencia ambiental para el centro comercial Freeport, delito que ya ha prescrito, o las dudas acerca de la obtención de su título de ingeniero a los 42 años en una universidad que después tuvo que cerrar sus puertas por este escándalo, lo que indica sus dotes de embaucador.

Los portugueses se rasgan las vestiduras. Y publican informes que aseguran: "Somos lo peor de Europa con Italia y Grecia; de la derecha a la izquierda todos los partidos que forman el Parlamento están tocados por la corrupción", dice el presidente de la portuguesa Asociación Transparencia e Integridad, y ocho de cada diez portugueses refrendan sus palabras. En la autocrítica le ganan incluso a los españoles.

José Saramago había imaginado en "La balsa de piedra" que una Península Ibérica se desprendía del continente europeo y partía a la deriva, una fábula imaginativa que le daba mucho de sí. Le faltó decir que sus gentes estaban unidas por un sentimiento común: la autoflagelación.

Concluyamos de forma positiva. Hoy, el primer jefe de Gobierno arrestado y encarcelado en la historia de Portugal, se halla en prisión preventiva en manos de la Fiscalía General de la República, lo que tranquiliza y prueba que en nuestro vecino país afortunadamente la ley funciona.

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