Opinión

La lluvia amarilla

Acabando la lectura del libro “La lluvia amarilla”, de Julio Llamazares, encuentro en el digital de La Región un titular: “200.000 euros o cómo repoblar un pueblo de 3 habitantes”. Libro y titular de La Región entroncan en la preocupante temática de la despoblación en el rural, pero con sensibilidades, sensaciones y soluciones diametralmente diferentes.

Para los que no sepan de qué va “La lluvia amarilla”, libro recomendable por describir magníficamente la triste y, a la vez, melancólica realidad del despoblamiento, les aclaro que es un símbolo del éxodo rural, donde Andrés es el último habitante de un pueblo abandonado. Entre “La lluvia amarilla” de las hojas de otoño, que se equipara al fluir del tiempo y la memoria… la voz de Andrés nos recuerda a los vecinos desaparecidos del pueblo de Ainielle, en el Pirineo de Huesca, que en el año 1970 quedó completamente abandonado. Pero esta indeseable situación es extrapolable, casi 50 años después, a lo que estamos sufriendo a nuestro alrededor, desde el ámbito europeo al, y sobre todo, español, gallego y provincia.

Es por ello que al leer “Cómo repoblar un pueblo” de 3 habitantes por 200.000 euros, en la villa segoviana de Vellosillo, no pude más que recordar realidades de idéntico calado, con la diferencia en el tiempo y la diferente solución: en “La lluvia amarilla”, el narrador en su lamento evoca los recuerdos del último habitante del pueblo; en Vellosillo la iniciativa privada decide repoblar cuando tan sólo quedan tres vecinos, para mantener su sostenibilidad y supervivencia. Lo cierto es que bajo narraciones, realidades, sentimientos e intereses diferentes, la despoblación de nuestras vecinas áreas rurales es evidente. Y según datos del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad Autónoma de Barcelona, el 40% del territorio peninsular está formado por municipios de menos de 1.001 habitantes, habiendo perdido un tercio de la población que tenía a principios del siglo XX. Por si no fuera suficiente, si no se toman medidas al respecto, para 2030 se espera que más de 1.800 municipios pueden desaparecer. ¿Auténtica “lluvia amarilla” o esfuerzo repoblador…? O, lo que es lo mismo, ¿dejar desaparecer el pueblo, con el lamento del recuerdo, o tomar decisiones? En el caso de Vellosillo la iniciativa privada tomó el “rábano por las hojas” y con una medida coyuntural hace una apuesta fuerte, “quizás” por intereses propios… En la despoblación de nuestro rural esperamos ver cómo se fragua la petición de auxilio hecha por la Eurocámara para frenar la sangría demográfica que sufre Galicia; iniciativa estructural, y esperándola más antes que después.

Son muchas, aunque requieren determinaciones valientes, las posibilidades para frenar y después repoblar el desierto demográfico. Pero que, entre que hay que priorizar, y que este desierto tiene complejidades para devolverle la fertilidad, estamos abocados a “La lluvia amarilla” si no hacemos una apuesta, decidida, fuerte y rápida. Repoblar atrayendo gente; partidas específicas de la UE contra la despoblación; simplificación de trámites y facilitar la cofinanciación por parte de los pequeños municipios; los fondos estructurales (Feder) y otros como el Fondo Social Europeo (FSE) sean finalistas y lleguen de forma directa a las autoridades locales, como acaba de reivindicar hace días en Bruselas el presidente de la Diputación de Ourense, etc. O poblamos la despoblación o “La lluvia amarilla” nos hará lamentar pueblos abandonados por el que cruzan los recuerdos como espinos arrastrados por el viento, al decir del último vecino de Ainielle.

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