Opinión

Crisis es oportunidad

La celebración del sexagésimo aniversario del Tratado de Roma en un momento en el que la Unión Europea se enfrenta a una compleja situación motivada por un conjunto de crisis que se han desatado de forma simultánea y a las que se han dado respuestas que han afectado a los valores fundacionales del proyecto europeo, es un buen momento para relanzar la idea de Europa. En este momento de reflexión hay quien ve la botella medio llena o medio vacía.

El Brexit ha venido a añadir una crisis de identidad que no se preveía hace menos de un año cuando un aprendiz de brujo, James Cameron, convocó el referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea. Las fuerzas desatadas por intereses personales o partidistas han causado un desaguisado, además del perjuicio a la mitad de sus ciudadanos de mentalidad más abierta, y la piedra que tiró al estanque europeo se ha expandido, dando alas al euroescepticismo –conjurado a medias- en Holanda, en Francia con el Frente Nacional y en Italia con el Movimiento 5 Estrellas. Una ola que también afecta a los países del Este que se han vuelto euroescépticos en un tiempo récord, tras su entrada en un club al que llamaron a sus puertas en busca de fondos económicos para su desarrollo y que han caído en varios casos en una deriva autoritaria que pone en cuestión otros de los pilares del proyecto europeo. Brexit, euroescepticismo y populismo es un cóctel que necesita de mucha pedagogía europeísta para su desactivación.

La respuesta del Eurogrupo a la crisis económica vivida sobre todo en los países del sur de Europa -Francia e Italia incluidas-, que ha tenido componentes nacionales en cada uno de los países afectados, ha sido otro germen de desafección a la Unión Europea, que hizo del austericidido su leit motiv imponiendo unos recortes y ajustes tan duros, que luego tuvo que dar más tiempo a todos los países para cumplir con sus objetivos de déficit público. Pero el mal ya a estaba hecho y las consecuencias entre los ciudadanos de esos países fueron brutales. Hasta el punto de hacerles olvidar los beneficios obtenidos cuando se produjo la incorporación al proyecto.

Una pedagogía que también ha fracasado en la crisis de los refugiados sin que haya sido posible dar una respuesta unitaria por la actitud de los países del Este. Países que aparecen ahora como los defensores de una Europa de una única velocidad, que sería lo lógico y lo deseable, cuando ellos mismos son los que se encargan de que camine más lento en muchos aspectos.

Pero también hay muchos motivos para ver la botella medio llena, la idea de una Europa tiene y tendrá vigencia mientras haya países y líderes que sepan ponerla al día y lidiar de forma adecuada con las crisis para mantener a Europa en el más largo periodo de paz de su historia y se procure un alto grado de cohesión. Crisis, como escriben los chinos, es también oportunidad.

Te puede interesar