Opinión

AnaIsabelJuliaCarmenPilarJessica

Ana, Isabel, Julia, Carmen...Ellas podrían ser las protagonistas de esta historia: "A mí no me mata. Eso lo tengo ya tan seguro como mi propio nombre. Él también lo sabe, lo acaba de comprender. Por eso, y no por otra razón, anda deambulando por la casa como alma en pena. Por eso, y no por otra razón, escupe rabia. Y yo me alegro de verlo así. No sabe que lo observo o que imagino observarlo. Y lo que no podría creer es que lo hago sin ningún tipo de terror. Mientras grita como un loco mi nombre por toda la casa, destrozando lo que encuentra a su camino lleno de cólera y odio, yo mantengo los ojos cerrados y rescato los monstruos de nuestra historia.

Lo hizo todo conmigo: enamorarme, aislarme, insultarme, vejarme, humillarme, amenazarme, violarme, pegarme, enfermarme, engañarme, transformarme, golpearme, menospreciarme. Lo hizo todo. Entreabro los ojos: Menos matarme. Ese final que él comenzaba a acariciar, yo se lo arrebaté con furia de entre los dedos, los gritos y los llantos. Se lo arranqué sin pensar en mí ni un segundo. Ahora, mientras resuenan en mis oídos sus gritos lastimeros, repitiendo una y otra vez mi nombre, primero con mimo, luego con odio, reconozco sus cada vez menos ocultos deseos de matarme y me doy cuenta, horrorizada, que tal vez me haya equivocado en mi victoria. Me repito, sin levantar la voz como es mi costumbre, que no ha sido un instante de locura, de desesperación, de terror o de lucidez. Quiero creer que es mi triunfo sobre mi torturador.

Había otras maneras, pero no sabía cómo llegar a ellas. No se me ocurrió ninguna puerta a la que llamar. Ésa es su victoria. Me había despojado de todo lo que me recordara que era una persona y no supe cómo buscar la salida. Ahora sólo estoy segura de lo cansada que me sentía. Demasiado cansada para continuar. Estaba exhausta y sólo deseaba rendirme para poder cerrar los ojos y sentirme en paz. 

Los infiernos se enlazaban  tan a menudo que ya sólo fueron uno, tan inmenso, que me impedía respirar. Al final lo abominé, pero nunca tanto como lo quise al principio y ni de lejos como lo temí todo el resto del tiempo. Sin fuerzas y tumbada en el sofá deseé comprenderle a él, a mí, a nosotros. Descubrí que no era posible, porque sería monstruoso hacerlo y me convencí de que no había salidas. Pensé dónde pudo ocurrir. No fue en el resbalón del baño, de eso estaba segura; tampoco en el golpe contra la puerta y mucho menos en la caída de la escalera. Miré hacia el techo y seguí pensando dónde desertaron mis fuerzas para luchar.

Entonces la cortina me llamó, primero a susurros y después con gritos desgarradores. Era roja como a mí me había gustado alguna vez, y en ella encontré una promesa de descanso. Pensé y repensé cuándo fue que me vacié tanto que casi dejo de respirar. La roja cortina seguía meciéndose suavemente con el aire, y la miré fijamente. Me llama, pienso, me llama sin cesar y por algo será.

Escucho el ascensor. Sé que es él y me estremezco. Entonces siento que el cansancio se fuga.  Las fuerzas me invaden y camino hacia esa cortina roja que tapa la ventana de mi séptimo piso. Sonrío y me repito con orgullo: “Te he jodido, tú ya no me matas”. 

Pero ahora que desde aquí sigo escuchando sus gritos escupiendo violencia y que sé que me ha descubierto horrorizado, he perdido la sonrisa: él está en mi casa,vivo, y yo en el fondo de la calle. Insisto en que no me va a matar al mismo tiempo que entiendo que no es verdad y que ya no puedo volver. Me sigue reclamando. Dudo de mi venganza. Necesito afianzarme: 'No me va a matar', pero sé, ahora que estoy muerta, que una vez más, mi impune asesino ha ganado".

(Los suicidios de mujeres víctimas de violencia machista no son recogidos en ninguna estadística específica, aunque son una realidad constatada por expertos, investigadoras y algunas administraciones públicas. El Ministerio de Salud de Argentina dictaminó en un informe lo siguiente: "Si a los casos registrados como suicidios se les hiciera una autopsia psicológica con perspectiva de género, encontraríamos muchos antecedentes de violencia in crescendo que nos hace presumir fuertemente que estaríamos en presencia de homicidios encubiertos". 
Miguel Lorente, médico forense y ex delegado del Gobierno para la Violencia de Género:"La clave está en entender que en los casos de violencia de género, una de las opciones es la muerte por suicidio. Eso ya debería llevar a que ante un caso en el que una mujer se ha suicidado, se realice un análisis con perspectiva de género").

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