Opinión

íñigo

Íñigo Errejón tiene un nombre de pila precioso que a mi me encanta: Íñigo. Íñigo es uno de esos nombres que tantas familias españolas de clase media le ponían a sus críos en los años sesenta porque tenían aspiraciones para el niño recién llegado. Nombres como por ejemplo Íñigo, Néstor, Borja, Héctor, Sancho, Rodrigo, Orlando, Darío e incluso el mío, Víctor. 

A mi me cae bien Íñigo Errejón. Al contrario que su coleguilla Pablo Echenique, él por lo menos de vez en cuando sonríe y hace bromas. Pero al pobre Íñigo le ha caído encima la del pulpo por defender el régimen de Maduro con la nefasta frase "al menos ahora los venezolanos comen tres veces al día". Lo que nos lleva a preguntarnos de inmediato primero ¿cuántas veces al día comían antes de Maduro o Chávez?; segundo ¿cuántas veces al día deberían comer?; y tercero ¿cuántas veces al día cree Íñigo qué deberían comer?

Todo esto me supera. Yo no puedo contestar a esas preguntas y dudo que ninguno de ustedes pueda hacerlo. Y creo que tampoco Íñigo. 

Ponerle nombre a un niño es un ejercicio dificilísimo que la mayor parte de padres y madres resuelven de forma rápida echando mano de los consabidos Carlos, Luis, Juan, Pedro, etc. O poniéndole el nombre del abuelo para contentar al abuelo, salvo claro está que el abuelo se llame Clodoveo o Chindasvinto.

En mi familia, como en todas las familias de pueblo que se precien, hay una buena colección de nombres masculinos preciosos que actualmente a nadie se le ocurriría ponerle a un niño. Pero a mi me encantan todos. Nombres como Laurindo, Codino, Benxamín, Higinio, Bartolomé... o Custodio que así se llamaba mi padre. 

Laurindo es un nombre de hombre curioso que yo no he encontrado en ningún otro sitio salvo en mi familia (hubo varios parientes que se llamaban así) y que como he contado en un libro no publicado a mi de niño me recordaba a Tolkien y a aquel bosque suyo maravilloso de El Señor de los Anillos: el bosque de Laurelindórenan de los elfos. El nombre Laurindo siempre me ha sonado como una canción que solo se podría interpretar correctamente con un arpa celta.

Íñigo es Ignacio, pero el acento en la primera letra y la eñe le dan un toque aristocrático y castellano estupendo. No sé si Íñigo (Errejón) desayuna Kellogs y come tres veces al día como los venezolanos, o si desayuna como yo un té verde y un bocatita de jamón, algo que dicho así resulta poco aristocrático y nada elegante, la verdad. Pero no importa. A mi me gusta Íñigo. Se han cebado en él solo por su nombre. Pobre.

Otro Íñigo famoso fue José María Íñigo. ¿Lo recuerdan ustedes? Les refrescaré la memoria: Directísimo, Estudio Abierto, El Gran Musical, Los Cuarenta Principales, Esta Noche Fiesta y, por supuesto, Eurovisión. 

Yo creo que al otro Íñigo del que hablaba (Errejón) le hace falta un poco más de Eurovisión.

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