Opinión

El gesto

Puede ser que el Tribunal Supremo, a lo largo del juicio, modifique su calificación, y considere que los delitos cometidos no lleguen al grado de rebelión solicitado por la Fiscalía? Puede.

¿Es posible que, definitivamente, como solicita la Abogacía de Estado, se imponga el criterio de sedición y malversación? Es posible.

Pero, esta solicitud, unida a la incoherencia de un Gobierno que titubea ostensiblemente ante los acontecimientos, ofuscado por la necesidad del apoyo de los grupos separatistas en la aprobación de sus presupuestos generales del Estado, no solo resulta insólita y contraria a sus anteriores manifestaciones, sino que se aparta de lo que debería ser la actuación tradicional de la Abogacía. Así, con su cambio de criterio, propicia la idea de que, siguiendo órdenes de Gobierno, se pliega a esa necesidad de hacer el gesto que solicitaban los secesionistas. Mala decisión para esta institución y malísima para la imagen del Gobierno que, últimamente, está dando una pésima sensación de improvisación en los serios asuntos a los que se enfrenta. Y lo hace, además, innecesariamente.

Si, a demás, ese gravosísimo gesto, ha resultado del todo inoperante y considerado como una burla por aquellos a quienes iba dirigido, el fiasco no ha podido ser más absoluto. Y de nada vale que, visto lo visto, la vicepresidenta Carmen Calvo, y la ministra de Justicia, Delgado, insistieran en la independencia de la Abogacía a la hora de calificar los hechos de los líderes del “procés”, porque, tras la intervención de Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados, recordando la propuesta de Federico Trillo de considerar rebelión solo el alzamiento militar o civil armado, el cambio de criterio suyo y de la Abogacía, cuando menos, huele muy mal.

¿Era necesario meterse en este jardín? En absoluto. Al hacerlo, el Gobierno, y sobre todo su presidente, no solamente no han conseguido nada, muy al contrario, han dado bazas a sus oponentes políticos y munición a los independentistas que, como siempre, necesitan aliñar sus ensaladas con la especia indispensable del victimismo.

Así que, de la aprobación de los presupuestos, nada de nada. Y, en medio de virulentas elecciones andaluzas, flaco favor se le está haciendo a una Susana Díaz, acorralada por el PP, Ciudadanos y VOX, enardecidos con los traspiés de Pedro Sánchez.

Si a este gesto le sumamos la también improvisada decisión de exhumar a Franco del Valle de los Caídos sin tener prevista una solución factible e inconsecuente, llegaremos a la triste conclusión de que el Gobierno atraviesa unos momentos, cuando menos, poco lúcidos. Es el problema de la política gestual, que puede torcerse.

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