Opinión

Adiós, Ana Mato

Se ha ido Ana Mato. Ha sido, seguramente, desde un punto de vista profesional, la persona más inepta que haya estado al frente del Ministerio de Sanidad desde la venida de la democracia. Y es que no se recuerda tanta incompetencia en tan corto espacio de tiempo. Mira que lo tenía fácil para hacerlo, si no bien, sí al menos sin gran pena ni gloria al frente de la sanidad estatal, vaciada de muchas de sus competencias en favor de las comunidades autónomas, convirtiendo la calidad de la sanidad que cada uno recibe en este país en una pura lotería, según fuese la región en la que hubieses adquirido el boleto en forma de tarjeta sanitaria. Sus respuestas huecas o sus silencios culpables en ruedas de prensa, pese a llevar el argumentario preparado de antemano para repetirlo cual cotorra; su penoso quehacer en materia de dependencia, migaja, humilde bálsamo para decenas de miles de familias desgraciadas; su copago indecente para pobres jubilados; su nefasta mutilación de servicios públicos sanitarios, provocando la marea de protesta de profesionales de la sanidad por todo el territorio; su inutilidad, su estorbo diríase en plena crisis del ébola, por todo eso y por mucho más quedará manchada su gestión, y por lo mismo pocos añorarán su presencia. Se ha ido Ana Mato, para consuelo de casi todos.

Y sin embargo se va porque un juez (¿un juez pijo/ácrata/rojeras?) ha dicho, en un auto sin importancia, que esta mujer, con su cara de no haber roto un plato en su vida, disfrutó (presuntamente, ya, pero, ¡coño con las pruebas!), junto con sus hijos, de viajes y regalos por un valor mínimo de 36.688 euros procedentes de la red corrupta Gürtel, que agasajó además por aquel tiempo, y en concepto de “mordida”, con al menos 732.640 euros a un señor que vivía en la casa de Ana Mato, aparcaba los coches en su garaje, viajaba con ella a veces, y era además el padre de sus hijos, pero al que, al parecer, y si nos guiamos por lo que ella declaró siempre, apenas conocía de nada. O sea, para que nos entendamos, el juez le ha dicho que eso de “cari no me digas de dónde sale todo este dinero, pero ¡qué Jaguar tan chipiguay me he encontrado en el garaje, y qué fiesta de cumple tan cool le hemos hecho al peque, con fuegos de colores y todo. Gracias, cari”, sin llegar a la categoría de delito, sí la convierte en beneficiaria de una actividad ilícita, con lo que, a lo mejor, sería justo que devolviese lo disfrutado a base de comisiones ilegales cobradas por su churri. Y es que hay conductas que, aunque no sean delito, son inmorales, sobre todo cuando las observa quien se sienta en la poltrona de un honorable consejo de ministros.

Así que la señora Mato, que se las prometía hasta ahora muy felices en su papel de mujer tontorrona y despistada, ajena a las andanzas del sinvergüenza de su marido, y fiel emuladora de otras ignorancias regias, salió de Moncloa con la reprimenda correspondiente y la dimisión en la boca. Y cariacontecida ante la explicación del jefe, pues supongo que en esas ella le dijo: Mariano, una cosita, si yo dimito por lo de la participación a título lucrativo, y el juez dice que el partido hizo lo mismo... ¿solo yo me voy a ir a casa? ¡Jolines, no me parece justo! A lo que el jefe le contestó: Ay, Anita, que va a ser verdad eso de que tu cabecita no da para más. ¿No te das cuenta de que entonces me tendría que ir yo? No podría pasar por ignorante, por desconocedor de lo que pasa a mi alrededor; ¿qué clase de presidente sería en tal caso? No, veamos si con tu marcha las cosas se calman. Además, querida Anita, es fácil quitar de un día para otro tu asiento de la bancada azul del gobierno en el congreso; pero otra cosa es tener que llevarse un edificio entero de la calle Génova. Aguanta, Anita, a ver si, al menos, te puedo mantener como diputada.

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