Opinión

Amigos o enemigos

Hace una semana les hablaba del agravio comparativo, del insulto que se va a perpetrar contra el resto de españoles (y contra los gallegos especialmente) si los presupuestos del Estado de 2017 se aprueban, al fin, con el cuponazo de 3.900 millones de euros que Rajoy regalará a los vascos, con el único requisito de que los cinco diputados del PNV pulsen el botón «Sí» cuando esas cuentas se sometan a votación. 780 millones por cada una de sus señorías. A eso se le llama exprimir al máximo la fuerza de cada escaño. Y, pese a tal insulto, por estos lares no se le ha escuchado a nadie, y menos aún a ningún representante del gobierno autonómico, una palabra más alta que otra, una protesta formal elevada ante el gobierno de Madrid para quejarse de que, ¡coño!, os galegos xa estamos fartos de decir que chove cando mexan por nós. No, nada de eso se ha escuchado, tan solo un leve chasquido de lengua, apagado al instante por la servil sumisión de siempre que nos condena al atraso endémico. Así nos va. Y si, en conjunto, es Galicia la gran perdedora en el reparto de la tarta presupuestaria en comparación con los vascos (y catalanes, y canarios, y madrileños…), piensen ahora en nuestra provincia, hermana pobre de Galicia, y entonces el insulto es aún mayor. Pero, eso sí, por aquí pasarán yanquis que embobarán las mentes de algunos con sus clases magistrales, y saldrán de la sala de conferencias diciendo ¡cuánto saben éstos!; pero al día siguiendo, ¡vaya!, todo seguirá igual. Rodeados de la misma pobreza. ¡Ay, provincia de Ourense, cuándo te levantarás!

Pero ocurre que, a veces, parece que el enemigo lo tenemos en nuestra propia casa. Y así poco o nada se puede hacer. No entiendo de otra manera la postura de María Vanessa Angustia, la única senadora que tiene En Marea, elegida por la provincia de Pontevedra, que votó en contra de una iniciativa para garantizar, de una puñetera vez, y entre otras cosas, la llegada del AVE a la comunidad en el 2019. Y es que tal compromiso le debió de parecer frívolo o superfluo, señalando que cuando se «centran todos os esforzos no AVE, fracturamos o territorio». ¡Graciñas, compañeira!, te doy las gracias en nombre de todos los gallegos, pero sobre todo en nombre de los de Ourense, una tierra que te debe de quedar tan lejos de tu querida Pontevedra, que por eso caes en el localismo más rancio. Que esta ciudad esté esperando ansiosa, tras tantos desplantes, la llegada del AVE para conectarse por la vía rápida a la Meseta, para convertir a nuestra ciudad en la principal estación de tren de Galicia, en el eje central que vertebrará las comunicaciones entre las grandes ciudades gallegas…, eso te la trae al pairo. Así que, querida senadora, gracias por nada.

Pero ahí no acaba su afrenta: ese día también se votaba en el Senado dar impulso a la autovía ente Lugo y Ourense, demandada desde hace tanto tiempo por tantos viajeros que a menudo recorren ese trayecto. Pero usted votó en contra. Y se votaba continuar con la construcción, ente otros viales necesarios, de la autovía entre Ourense y Ponferrada, obra «innecesaria» para usted, por eso dijo No. Quizás todo esto se reduzca a un problema subjetivo de perspectiva: para usted, senadora por Pontevedra, lo que pase en el interior de Galicia le queda tan lejos que directamente le importa un bledo. Dicho finamente.

Por todo ello, queridos lectores, aplíquense el consejo del sabio: «Dios mío, líbrame de mis amigos, que de los enemigos ya me encargo yo». Los enemigos de esta tierra ya sabemos quiénes son, pues siempre han estado ahí. Los amigos… ¿quiénes serán al final los amigos?

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