Opinión

Crítica política como excusa

Me ha llamado la atención una noticia relativa a la sentencia dictada por un juzgado penal granadino, que absuelve a una edil del PP, miembro de la Diputación Provincial, de los delitos de injurias y calumnias por los que venía siendo acusada por un ex gerente de una empresa pública provincial de vivienda y suelo, perteneciente éste al PSOE. El caso, resumiendo mucho, fue que en una rueda de prensa del año 2011 aquélla (Sra. García Chamorro), sucesora en el cargo de máximo responsable de esa empresa, criticó duramente la labor del anterior gerente (sr. Hernández), acusándolo de usar una tarjeta de crédito Visa Oro de la empresa para caprichos culinarios ostentosos, noches en hoteles de lujo y diversos gastos propios. Además lo tildaba despectivamente de gerente de «farándula, pandereta y despilfarro».

El juzgado, no obstante reconocer que las palabras de la acusada fueron desafortunadas y, en cierto modo, falsarias e insultantes, no las considera de gravedad tal que merezcan el reproche penal que una condena implica. Y la absuelve. Y aunque, en puridad, esta sentencia no debería ser sino una más de las miles que se dictan en España cada día, la traigo ahora aquí porque, más allá de los argumentos estrictamente jurídicos que usa (o pueda usar) el juez, esto es, presunción de inocencia, indefinición de la acusación, mínima intervención del Derecho Penal (donde llegue el Derecho Civil, Administrativo o Laboral, que no llegue el castigo penal), la sentencia justifica también la absolución con argumentos «extrajurídicos» que conforman una crítica irónica, sarcástica, ácida incluso, de la manera de gobernarse que tiene la clase política actual. Les cuento:

a) Dice el juez que las palabras de la edil no son sino una crítica política. Y añade que «nos encontramos ante políticos que van cambiando de cargo o empleo en empresas y organismos públicos en los que manda su partido, pudiendo ser personas formadas o preparadas o absolutos incompetentes, (...) políticos todoterreno preparados para cualquier cargo en cualquier materia». Piensen, sí, piensen en alguien que vaya toda su puñetera vida lamiendo culos a golpe de carguito, colocado a dedo por el cacique de turno en esta o aquella empresa pública, que no sabe hacer la «O» con un canuto, que no pegó nunca palo al agua, en detrimento de técnicos preparados para desempeña tal labor, y les saldrán unos cuantos nombres. ¿No habla de esto el juez?

b) Afirma el juzgador que «la mentira o la falta de escrúpulos para un político no es delito, pues si todos los que mintieran fueran condenados, la lista de personas con antecedentes penales sería interminable, y con las multas impuestas se paliaría el déficit público» No me digan que no tiene su retranca el juez, que parece de esta tierra; y cómo negarle veracidad a tal afirmación, cuando asistimos de lleno al incumplimiento de las promesas de campaña — ¿qué es ello sino una gran mentira?—, y a la falta de escrúpulos de quienes traicionan los ideales que decían defender a cambio de mantenerse en la poltrona a toda costa.

c) Dice también, a modo de epitafio: «Las palabras de la señora Chamorro son un ejemplo más de los miles de casos de manifestaciones que reflejan la podredumbre política existente». No sería justo hablar así para englobar a toda la clase política, pues aún hay quien se conduce de modo digno, decente, y por su conducta puede llevar la cabeza bien alta. Por ello, porque son estos últimos los que dignifican ese oficio, no estaría de más retirar de una vez aquellas piezas podridas que, como las malas hierbas, solo buscan echar raíces en el terreno que pisan, aun a costa de extender esa podredumbre, la misma de la que habla el juez, a su alrededor.  

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