Opinión

De Rosalía y de Paquí Pallá

Rosalía es una estrella que tiene encandilado al personal; es mucho más que eso: además de tener una voz singular y maravillosa que eriza el vello del más insensible al escucharla, es arreglista, compositora, productora, letrista, bailarina, toca palmas, teclados, bajo, guitarra y sampler (instrumento electrónico similar a un sintetizador), y es la mente privilegiada que ideó esa obra de arte que es su disco El Mal Querer. Si con su primer álbum Los Ángeles se deleitaba en una obra pausada y consiguió que el flamenco calase en quien nunca se había acercado a ese estilo, o lo había hecho cargado de prejuicios, El Mal Querer es una obra ingente de ingeniería en la que cada sonido está perfectamente encastrado y obedece a una finalidad, el perfecto soporte artístico que viste la narración en once capítulos (las 11 canciones del álbum) de la historia de la occitana Flamenca, una joven hermosa a la que casan a la fuerza y a quien su marido, por posesión y celos enfermizos, la encierra y la maltrata hasta que ella se venga y logra al fin liberarse. Sublimes son los versos de la última canción: “A ningún hombre consiento/que dicte mi sentencia/sólo Dios pue juzgarme/sólo a él debo obediencia/ Hasta que fuiste carcelero/yo era tuya compañero/hasta que fuiste carcelero”. Un alegato hermoso en contra del maltrato machista. Rosalía es también, aun sin proponérselo, un icono de la imagen y la moda; sin proponérselo porque son sus seguidores los que reproducen en todas las redes sociales y plataformas sus canciones y videos millones de veces, sin que ella tenga que hacer campaña de márquetin alguna. Y sus videos -en cuya escenografía, dirección y producción ella participa-son cortos en perfecta simbiosis con la música y letra de cada canción. Está tan tocada de los dioses, frisa tanto en la perfección, que sólo necesitó dos ensayos para colmar de magia la entrega de los premios Goya con su versión de la canción Me quedo contigo de Los Chunguitos, acompañada del Cor Jove del Orfeo Catalá. Su voz acarició el ambiente de tal manera que el público cayó rendido a sus pies desde el primer verso. Rosalía es, quiéranlo o no, un prodigio.

Pero hay otras versiones menos glamurosas de canciones famosas de otros tiempos; todo el mundo recordará el Djobi Djoba (o Choví Chová, como quieran) de los Gipsy Kings de finales de los ochenta. Se bailaba en bodas, tablaos y discos. Repetía aquello de “Djobi djobi, djobi djoba, cada día te quiero más, Djobi djobi djobi djoba,  cada día te quiero más”. Simple, comercial y pegadiza. Pues bien, veinte años después, el PP madrileño se inspira en esa canción para crear una sociedad mercantil tapadera con la que camuflar los movimientos de dinero con el que se financiaba ilegalmente; claro que poner como razón social Djobi Djoba era demasiado descarado y daría lugar a quejas fundadas. Así que, respetando, eso sí, la rima, crearon la sociedad Paquí Pallá (SL) para lavar ese dinero ilícito. Qué figuras. Me los imagino en torno a una mesa de juntas rodeados de fajos de billetes listos para ser repartidos, cantando, al ritmo de los Gipsy Kings, eso de “Paquí Paquí, paquí pallá, cada día me forro más, Paquí paquí, paquí pallá, cada día me forro más”. Lo sorprendente de ese nombre -Paquí Pallá-tan burdo es que deja entrever la prepotencia y soberbia con la que se manejaban en esas esferas, creyéndose intocables. Pero los pillaron. Y fueron presa de la mofa general.

Dirán qué carajo tiene que ver Rosalía con la financiación ilegal del PP en Madrid. Nada, claro es. Sublime aquélla, chabacano este último. Sólo fui ahora relator de estas dos realidades. Sea lo que sea lo que signifique ser un relator. A lo mejor es que necesito un descanso.

Te puede interesar