Opinión

Estrellas

Díganselo a los trabajadores que cobran una mísera nómina a fin de mes. De ella le deducen ya lo que tienen que pagar a Hacienda; por no tener no tienen ni la mísera esperanza de que la máquina que la calcula se pueda equivocar. Cuéntenselo a los funcionarios que un día se levantan, ponen la radio y escuchan que el gobierno ha decidido congelarles el suelo y quitarles las pagas extra. Sin derecho  a réplica, pero con las retenciones fiscales correspondientes. Hablen, ¿por qué no?, con los jubilados que cobran pensiones de 500 euros, céntimo arriba o abajo, y que de repente, a lo mejor, cobrarán un par de euros más al mes como un gran y evidente síntoma de la recuperación económica en ciernes, pues, ¡viejo!, nadie contaba con que usted fuese tan exagerada y jodidamente longevo.

Traten de justificarse ante el comerciante de la esquina, ese mismo de la zapatería, la librería o la frutería de barrio; ésos que son a la vez jefes y empleados, repartidores y contables, sin vacaciones pagadas ni extra de navidad. O coméntenlo con tantos pequeños autónomos que a fin de mes han de pagar su cuota de casi 300 euros a la Seguridad Social aunque no ingresen un chavo, y cada tres meses tienen que ingresar en Hacienda el 20% de la diferencia entre sus ingresos y sus gastos; y pregúntenles qué sucedería si se retrasasen un solo día en la presentación de esas liquidaciones, a ver si tienen bemoles para arriesgarse. Y cuando los tengan a todos juntos, les dicen a la cara lo de la necesaria austeridad y el rigor en el control del déficit público; les venden, a ver si se lo tragan, la idea de que la reducción de becas para estudiantes de familias humildes y los recortes en sanidad y en educación públicas fue una tragedia inevitable, pues las cuentas del Estado no cuadraban; y tras darles las gracias por su esfuerzo durante estos últimos años —¿acaso tenían opción? —, ya metidos en vereda les piden un último empujón, pues ellos son los que sostienen a este país y es necesario seguir por la senda ortodoxa marcada desde Bruselas, que para eso somos miembros de la Unión Europea.

Pero tengan cuidado con ellos, no se nos vayan a encabronar; cabe que, tras esas palabras de eterno agradecimiento por los servicios prestados a la patria, a algún maledicente se le dé por preguntar; y quiera saber qué pasaría en este país si los empleados por cuenta ajena, los funcionarios, maestros, pensionistas de invalidez, jubilados, autónomos, pequeños comerciantes y demás tribus que conforman el sufrido vulgo pagásemos a Hacienda tan solo un 4% de nuestros ingresos; cómo narices se cuadrarían las cuentas públicas, se construirían carreteras y vías de ferrocarril, se pagarían las nóminas de bomberos, policías, jueces, maestros y demás funcionarios públicos, y cómo podríamos seguir contando con eso que ahora parece un producto de lujo y que llaman educación púbica y sanidad universal. Pues si gente como Messi, Cristiano Ronaldo y demás estrellas rutilantes del balón se burlan del fisco y pagan a Hacienda esa cifra ridícula pese a ser multimillonarios, ¿por qué no íbamos a hacerlo los demás? ¿Se imaginan? Podemos contestarles que, bueno, que ellos son estrellas universales, nos encandilan con su goles y regates y tienen hordas de seguidores que los adoran en las puertas de los juzgados cuando tiene que ir a declarar. ¿Cómo nos vamos a comparar? Y quizás no nos falte razón: a quien solo paga un 4% y elude millones de euros poniéndolos a buen recaudo en islas caribeñas no le hace falta el maestro de escuela ni el centro de salud de barrio. ¿Por qué iban a pagar por algo tan vulgar?

Ellos ya generan ingentes ingresos para sus clubes y nos entretienen cada fin de semana, así que les debemos eterna gratitud y reconocimiento. Dejemos que sigan titilando las estrellas mientras el resto nos rompemos los cuernos para seguir cumpliendo con las exigencias de solidaridad fiscal.

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