Opinión

Para uno que hace lo prometido...

En Twitter uno se encuentra comentarios de todo tipo; es imposible escrutar todo lo que en él se ventila, aunque es cierto que si un personaje «público» comete algún desliz, o se le va la mano, o se calienta en un momento dado y dice (teclea) lo que no pensó unos segundos antes, enseguida le caen chuzos y se convierte, bien a su pesar (¿o  no?) en triste tendencia; tanto es así que no pocas veces el lenguaraz se ve obligado a rectificar publicando un mensaje del tipo «no quise insultar a nadie», «pido perdón a quien se haya sentido ofendido» «fue una afirmación poco meditada, fruto del debate acalorado», «mi compromiso con la defensa de los derechos de las minorías es absoluto», o similar; a veces, justo después de haberle dado a la tecla «intro» se debe de dar cuenta del tremendo error y elimina de su cuenta rápidamente el comentario.

¡Ay, pero ya es tarde!, y la frase grosera circula y se ha multiplica exponencialmente llegando a millones de cuentas de usuarios, que se encargan de darle aún más publicidad al comentario soez, hasta que éste se convierte casi en triste epitafio de su autor. Hay que ser precavidos en las redes sociales, pues nunca sabremos si alguien está al acecho para descubrir la metedura de pata y darle al instante la mayor difusión; no importa el tiempo que pase desde el desliz, ya que siempre habrá quien nos recuerde que una vez, mucho, muchísimo tiempo atrás, contamos un chiste algo escatológico o macabro, de poco gusto (¡cuántas veces lo hemos hecho todos!), sin siquiera sospechar que muchos años después se nos daría por dedicarnos a la política, incluso con la mejor de las intenciones, no vayan a pensar, y es entonces cuando alguien «rescata» del olvido ese comentario cruel de años atrás que uno ya no recordaba, dando al traste con las legítimas aspiraciones que albergaba. Cuidado, pues, con las calenturas, chascarrillos, chanzas, exabruptos e improperios tecleados en la Red, pues tarde o temprano pasará factura a su autor.

Mas me temo que me he ido por los cerros de Úbeda; quería decirles que uno a veces se encuentra en las redes sociales con frases que son verdaderas obras del ingenio, capaces de plasmar en pocas palabras una idea que a otros llevaría páginas enteras desarrollarla malamente; una de ésas la encontré hace poco en Twitter a propósito de las primeras decisiones adoptadas por Donald Trump. Venía decir, más o menos, lo siguiente: «Hay que joderse, para una vez que un político cumple lo que promete en la campaña electoral, resulta que va a ser Donald Trump». Genial. Absolutamente genial. Quien haya escrito este tuit ha condensado en pocas palabras más verdades que en una clase completa de moderna Teoría Política. El autor nos habla de la tendencia de los políticos a engatusarnos en campaña, de su manía de prometer el cielo y la tierra, y de su pertinaz costumbre de no cumplir lo prometido en cuanto llegan al poder. Pero el autor nos dice más cosas, y da en el clavo: Trump, el nuevo sheriff de Occidente, que durante la campaña se hartó de soltar bravatas —o eso creíamos todos—, resultó ser un tipo coherente. Racista sí, fascista también, Xenófobo y machista, no lo dudo. Pero absolutamente coherente. ¡Aquellas proclamas no eran bravatas, sino pactos de sangre! Además… ¡con qué superioridad firma en el Despacho Oval cada orden, sin que le tiemble el pulso! ¡Cómo disfruta con la supresión del programa sanitario de Obama, con la orden de levantar el muro en la frontera mexicana, con la eliminación de fondos para las ONG…! ¡Qué henchido se le ve!

A los que por aquí aplauden su quehacer yo les preguntaría si pondrá Trump la misma cara de excitación si un día osa -ojalá nunca lo veamos—pulsar el famoso botón nuclear. Ay, qué bien nos lo vamos a pasar con este nuevo hombre de Estado, ¿no creen? Pero no, no me tengan en cuenta esto último. Es solo un vulgar chascarrillo.

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