Opinión

Cinco mil quinientos millones y subiendo

Plantas de hospitales que ya no se tendrían que cerrar; boxes de urgencias que dejarían de estar saturados; médicos a los ya que no habría que jubilar forzosamente para ahorrarnos su plaza —el famoso coste de reposición cero—, pues nunca sobran doctores con experiencia y buen hacer contrastados; jóvenes investigadores que ya no emigran porque aquí consiguen al fin un modesto puesto de trabajo, vaya, de ésos para ir tirando día a día; enfermos crónicos dependientes que dejan de esperar y desesperar casi al pie de la tumba porque le regateaban la ayuda que les permitiría sentirse al fin como seres humanos y no como pesada carga para sus familiares; estos últimos, los parientes que cuidan de la madre, del padre o del hijo gravemente enfermos, incapaces éstos de valerse por sí mismos, postrados en una cama o en una silla de ruedas; esos cuidadores, decía, que son los auténticos héroes cotidianos que han hecho dejación de su propia vida en pro de los suyos, y que ahora podrían ver recompensado mínimamente su esfuerzo al percibir una mínima paga del Estado, y así hacer justicia a uno de los trabajos más duros que hay, con jornadas sucesivas de 24 horas al día; profesores, pedagogos, psicólogos y demás personal de apoyo necesario en los centros educativos para atender a los alumnos con necesidades especiales, con trastornos educativos y/o sociales; becas estatales para que los niños más pobres no sean a la vez los más desasistidos; guarderías públicas que finalmente se podrían construir para hacer un poco más fácil esa quimera llamada conciliación laboral y familiar… Y así podríamos seguir, detallando necesidades de la población a las que una justa política social de este país debería destinar parte de sus recursos económicos. No se pregunten ustedes cuántos millones serían necesarios para ello, eso pregúntenselo a los de arriba; pero yo voy a darles una cifra al azar: cinco mil quinientos millones de euros; para los que aún se les va la mollera a épocas pasadas, son un poco más de novecientos quince mil millones de pesetas (lo de convertir euros en pesetas aún nos sirve a veces para tomar conciencia de tamaña magnitud, como es el caso).

Pero el Estado no tiene ese dinero, porque hay otras prioridades; ¿les suenan nombres como los de Florentino Pérez (ACS), Villar Mir (OHL), Carlos Slim y Esther Koplowitz (FCC) y demás? Supongo que sí; son miembros de «pobres familias» que en su día invirtieron toda su fortuna (es un decir) en la construcción y explotación de unas autopistas que ahora, al parecer, no son rentables. Por eso el Estado tiene que rescatarlas, que es tanto como decir que usted y yo acudimos raudos a la llamada de Florentino Pérez o Slim para que les compremos unas carreteras; para que entonces ellos se queden libres de toda deuda con los grandes bancos. Y entonces, ¡et voilá!, esas humildes fortunas se liberan de una empresa ruinosa que un lejano día explotaron mientras fue rentable, los acreedores bancarios cobran religiosamente lo que se les debe, y usted y yo nos convertimos de la noche a la mañana en dueños de autopistas radiales para que nuestros hijos jueguen a los cochecitos. Y sí, a lo mejor no tenemos dinero para pagar a los enfermos y sus cuidadores, pero somos solidarios que te rilas cuando los ricachones nos piden ayuda. Que no se diga que los dejamos colgados.

Cinco mil quinientos millones de euros. Novecientos quince mil millones de pesetas. Eso es lo que les vamos a regalar a Florentino Pérez y compañía. ¡Por Dios, no ponga esa cara! Deberíamos estar escarmentados. De sobra. Pues aún nos dirán, como ya dijeron cuando compramos bancos en quiebra, que esto no es realmente un rescate, sino el funcionamiento normal del mercado. Para consuelo de los más necesitados. Y el escarnio va subiendo.

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