Opinión

No hay alto peligro en junio

Tenía razón el gran narrador y columnista de este diario Xabier R. Blanco, cuando decía el otro día que la batalla contra la lacra de los incendios forestales debía ser un asunto de país y no de partido; se hacía eco también de la unanimidad mostrada recientemente en el Parlamento gallego por todos los partidos, ofreciéndose recíprocamente la máxima colaboración para la mejor prevención y lucha contra el fuego que arrasa año a año nuestros parajes. Nadie pone en duda la bondad de tales deseos de nuestros representantes pero… ¿y qué más? Escribo estas líneas el día previo a aquél en que ustedes las leen, y he dado gracias al cielo por este jueves «fresco» y parcialmente nuboso —con un maravilloso orballo mañanero—, fugaz tregua en medio del oleaje de calor que por estos lares ya sufrimos aun antes de haber empezado el verano. Y viendo el bajo caudal de los ríos, el escaso nivel de los embalses, la tierra resquebrajada de los campos y las previsiones de escasas lluvias y extremo calor que nos dan, es fácil augurar un verano complicado ante la amenaza del fuego. Hemos visto el drama inmenso en la vecina Portugal; su clima, orografía y vegetación son muy similares a las de Galicia. Hasta aquí ha llegado, como cuarto jinete del apocalipsis, el humo negro de los montes de Pedrógão Grande, trayendo el olor de la muerte y la desesperación,  retándonos, como si nos advirtiera de que, en breve, vendrá a por nosotros al mínimo descuido.

Hay muchas clases de descuidos: el del paisano que temerariamente hace quemas descontroladas; el del dominguero que ensucia el monte y deja cristales que favorecen el efecto lupa con los rayos de sol; el del chulesco fumador que tira la colilla por la ventanilla, porque yo lo valgo; pero la mayor parte de incendios los provocan unos hijos de la gran puta que gozan ante la contemplación de las torres de llamaradas  que avanzan asolando todo a su paso; son conscientes (no son enfermos ni orates, son delincuentes) de que siembran el caos, provocan muertes de seres humanos y destruyen para siempre la casa común de todos. Y para contrarrestar a tanto descuidado, pero sobre todo a tanto mal nacido suelto por los montes, no se pueden escatimar medios. Año a año suena la misma cantinela: mientras desde la administración se nos asegura que se ponen todos los recursos necesarios para hacer frente a la plaga de incendios en verano, otra voces, desde el campo de batalla, se quejan de que incurrimos de nuevo en los mismos errores: el monte no se limpia cuando corresponde hacerlo, y queda sobre él un manto de yesca que propagará el horror a la mínima chispa. Ya lo hemos visto estos días: como si el incendio de Portugal hubiese parido por aquí un feto inmundo, el fuego arrasaba hace unos días 159 hectáreas en el municipio de Melón. Y el verano aún no había empezado. Malos presagios se ciernen. 

No bastan las palabras y los acuerdos verbales; no llegan las buenas intenciones propagadas desde la administración. Con eso no se gana la batalla. Y, claro, uno se mosquea cuando revisa el DOGA de 21 de junio de 2016 y se topa con la Orde da Consellería do Medio Rural do 15 de xuño de 2017 pola que se determina a época de perigo alto de incendios, y lee en su artículo único: «Decláranse como época de perigo alto de incendios forestais durante o ano 2017 as datas comprendidas entre o 1 de xullo e o 30 de setembro». Sepan que esa declaración de «época de peligro alto de incendios» implica una mayor intensidad en las medidas de lucha contra el fuego. La Xunta cree que en junio no existe peligro alto de incendios. Al menos sobre el papel del DOGA. Lo de Portugal fue anecdótico, como también lo de Melón, lo de Toén hace dos días, lo de… Y es que, ya se sabe, en Ourense, desde unos años para acá, nieva en Junio, ¿verdad? 

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