Opinión

No es lo mismo, pero es igual

 Supuesto Uno.- Un hombre entra en el edifico judicial; se dirige a la planta en la que se ubica el juzgado que instruye un asunto espinoso que afecta a su credibilidad y autoridad moral para erigirse en representante de los ciudadanos. Sabe de memoria el número de las diligencias judiciales; ve el legajo en una estantería, al alcance de cualquiera, y en un descuido del personal lo coge entre sus manos y arranca de él los documentos que lo comprometían seriamente. Si los llegase a ver el tribunal que habrá de juzgar el asunto, su carrera y su honorabilidad quedarían destrozadas para siempre. Se las prometía muy felices llevándose los documentos escondidos bajo el abrigo, pero justo a la salida del edificio es descubierto por los vigilantes de seguridad, es detenido por querer obstaculizar la labor de los jueces, los documentos son devueltos al sumario, y se convierten en pieza clave para el mejor enjuiciamiento del asunto; finalmente él y su organización son declarados culpables de los delitos que de modo artero trataban de ocultar. Esto conlleva su pérdida de legitimación para ostentar representación alguna. Cae en el más absoluto ostracismo. 


Supuesto Uno bis.- Un hombre se sienta en el despacho presidencial de la organización; a la sede acaba de llegar un requerimiento judicial para que, por quien corresponda, se remita a la mayor brevedad posible ciertos documentos y demás material probatorio que el juez entiende esencial para el mejor esclarecimiento de los hechos. Asuntos corporativos algo turbios. En lugar de ello, un empleado raso de la empresa, obedeciendo órdenes, destruye ese material para evitar a toda costa que llegue a manos del juez; interpelado al respecto, el jefe, máximo responsable de lo que en esa sede sucede, dice no saber nada del asunto, aunque, curiosamente, no se toma represalia alguna contra el subordinado por destruir pruebas y desoír el mandato de un juez. La empresa emite un breve comunicado oficial en el que ofrece la máxima colaboración con la justicia, sin asumir, claro es, responsabilidad alguna por lo sucedido en su sede. Su presidente se postula para gobernador estatal. Pide apoyo a propios y extraños, pues está libre de toda mácula. 
Adivinen las diferencias entre ambos casos (Uno y Uno bis), si es que las hay. 


Supuesto Dos.- El consejero delegado de una empresa sale de su despacho y se encuentra el pasillo atestado de policías enviados por el juez para registrar todas las dependencias, ante la fundada sospecha de que allí se urdió una red dedicada a amañar contratos públicos y a corromper a funcionarios; incluso la sede física parece haberse restaurado con fondos ilícitos. El consejero delegado, descubierto el pastel, presenta su dimisión a la junta de accionistas, asumiendo el daño irreparable infligido al buen nombre de la entidad, señalada como partícipe a título lucrativo de tales delitos.


Supuesto Dos bis.- El máximo dirigente del partido que se sienta en el banquillo por, presuntamente, ser partícipe a título lucrativo de graves delitos de corrupción, cuya sede fue registrada por orden judicial, dice no saber nada de lo que sucede de puertas afuera de su despacho. Ignora, de modo inaudito, quién hizo y cómo se pagó la reforma de su edificio. Nada tiene que decir sobre el hecho de que su partido se siente en el banquillo de los acusados. Y pide, cambiando enseguida de tercio, el apoyo de propios y extraños, pues quiere ser el gobernador que todo un país necesita, sin asumir, claro es, responsabilidad alguna por lo sucedido, pues se cree libre de toda mácula. El apoyo de sus propios lo tiene. Los extraños, en este supuesto, al parecer, se lo están pensando, pues nada tiene que ver este caso, ¿verdad?, con el de aquel corrupto consejero delegado. Y es que los casos no son los mismos. Aunque en el fondo todo sea igual.

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