Opinión

Ocurrencias

La falta de relevo generacional y el envejecimiento de la población son graves retos a los que se enfrentan los gobiernos desarrollados del mundo occidental. Las consecuencias que tal envejecimiento y déficit de tasa de natalidad traen consigo en el ámbito económico, sanitario y prestacional son evidentes, y buscar soluciones a tales problemas se ha convertido en muchos países ya en una cuestión de Estado. Paradójicamente, el planeta sufre un grave problema de superpoblación: según Naciones Unidas, la población actual se estima en 7.500 millones de personas y está creciendo aproximadamente en 74 millones de personas al año. En el año 2050 seremos unos 9 mil millones de habitantes.

Siguiendo el mismo estudio de la ONU, casi todo ese crecimiento se dará en las zonas menos desarrolladas, mientras que la población de las regiones avanzadas prácticamente no sufrirá variación, de ahí proviene su acelerado envejecimiento al haber aumentado su esperanza de vida. Por tanto, si en una parte del planeta (la más rica) la tasa de natalidad está por debajo de lo que exige el reemplazo generacional, y en la otra (la menos desarrollada) la población crece exponencialmente, los flujos migratorios de una a otra serán aún más acusados en un futuro próximo, provocados no sólo por conflictos bélicos en los países de origen o por persecuciones étnicas, sino también por una cuestión de supervivencia y de búsqueda de oportunidades y medios de vida.

En nuestro entorno -España es de los países más envejecidos del planeta y con menor tasa de natalidad- ya pocos ponen en duda que el problema de la falta de nacimientos se verá paliado en parte por la llegada de esos inmigrantes que, trabajando en nuestro país, también contribuirán al sostenimiento del sistema de prestaciones sociales en el futuro. Por tanto, el problema del envejecimiento de la población y de la inversión de la pirámide generacional exige para su solución una visión estructural en el marco de un fenómeno migratorio que no se va a poder evitar. Y las fórmulas mágicas no existen.

Por eso llama poderosamente la atención una serie de planteamientos (sería más acertado hablar de ocurrencias) que se han lanzado al aire como medidas “estrella” para paliar ese déficit de nacimientos en nuestro país; sólo la cercanía de elecciones generales, autonómicas, europeas y municipales puede disculpar el tufo panfletario de tales propuestas en una carrea loca por copar un espacio electoral determinado. Primero tocó hablar del aborto, y así el aspirante Casado prometió derogar la actual ley de plazos y volver a la de supuestos tasados del año 1985, desconcertando incluso a muchos de sus potenciales votantes, descolocados ante este giro al pasado en un asunto que no generaba debate social. Pero todo sea por restar votos a Vox. Como no tuvo especial éxito tal ocurrencia había que tocar la vena sensible, por eso Casado dice que, antes de someterse a un aborto, “es bueno que las mujeres (embarazadas) sepan lo que llevan dentro. […] Creo que es bueno conocer que lo que llevan dentro es una vida autónoma”. ¡Cuántas mujeres habrán caído de la burra ante tal descubrimiento, señor Casado! Además con tal propuesta se evita la quiebra de la seguridad Social, pues “si queremos financiar las pensiones debemos pensar en cómo tener más niños” (Casado dixit). 

No se entiende cómo en el mundo occidental sesudos analistas no repararon en la sencillez de tal fórmula. Y como guinda a tal rancio pastel, Casado aboga por que las inmigrantes sin papeles embarazadas que decidan dar a su hijo en adopción no sean expulsadas del país durante el periodo de gestación. Se lo traslado tal cual. Juzguen ustedes la ocurrencia. Yo soy incapaz de hacerlo sin perder las formas, siempre necesarias, y más en este foro.

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