Opinión

En el pecado lleva la penitencia

Rosa María Miras Puigpinós. Desconozco si éste es tu verdadero nombre. En todo caso así te has dado a conocer a borbotones, de la noche a la mañana, con toda tu furia interna. Has entrado como un elefante en una cacharrería en el mundo de los famosillos de las redes sociales. Supongo que esa era tu pobre aspiración en esta vida, como la de tantos otros seres inútiles que pululan por internet. El caso es que el otro día pensaste (porque realmente lo pensaste) que era el momento de tu gloria efímera. Y te lanzaste. Y escribiste un mensaje en twitter que se hizo al instante viral. Era lo que querías, ¿verdad? Sí, a los pocos minutos quedaste retratada como un ser rastrero e infame. Despreciable. Quiero ser riguroso, así que reproduzco ahora textualmente tu «dulce» mensaje: «Sé que me van a llover las críticas de todos lados, sé que lo que voy a decir es machista y todo lo que se quiera, pero escuchando a Arrimadas en el debate de T5 solo puedo desearle que cuando salga esta noche la violen en grupo porque no merece otra cosa semejante perra asquerosa». No he quitado ni añadido nada. Así eres tú, querida, capaz de escribir esto sin que te tiemblen los dedos al teclear. Pero para entender mejor la magnitud de tu vil calaña, es deseable analizar con detenimiento el mensaje y el instante en el que se produce. Y a eso voy.

Ves el debate en Tele5 sobre el proceso soberanista catalán. A plató acuden  representantes de todos los partidos políticos, entre ellos Inés Arrimadas, de Ciudadanos, formación contraria a la independencia catalana. Cada uno esgrime sus argumentos, respetables aunque no se compartan. Sin embargo a ti las palabras de Arrimadas contrarias al procés te encolerizaron hasta el punto de desearle el peor mal. Flaco favor has hecho a los independentistas, que no tardaron nada en rechazar públicamente tus palabras miserables. Te quedaste así sola en tu intransigencia fascista. Pero tu frase guarda más enjundia; sabes de antemano que tus palabras van a herir a casi todos, y mucho más a las mujeres («sé que lo que voy a decir es machista y todo lo que se quiera…»), y pese a ello las sueltas. Ojalá nunca pases por el trago que le deseaste a Inés Arrimadas. Ojala no sufras nunca, no ya esa violación en grupo (¡madre mía!), sino el ataque soez de cualquier hombre contra tu libertad sexual. ¿Cómo le puedes desear eso a una mujer? ¿Hasta ahí llega tu intransigencia ideológica? Porque, mira, analizando tu mensaje, no puedes decir ahora que todo se debió a un calentón. Sabías bien lo que ibas a decir antes de decirlo («sé que lo que voy a decir es machista y todo lo que se quiera…»), y aun así escupiste. Lo que ocurre es que lo hiciste hacia arriba, y ya se sabe lo que suele suceder en esos casos. Que te cae encima y te llenas de fango. Como te ha pasado a ti. Y mira, iba a decirte que no te deseo ningún mal, pero eso sería darte la importancia que no mereces. La verdad es que me importas más bien poco, porque ya estás cumpliendo tu penitencia. Es lo que tiene desear públicamente a una mujer que la violen de noche una panda de desalmados (¿te acuerdas de la violación en los sanfermines por esos que se autodenominaban «la manada»?). Es lo que tiene llamar a una mujer perra asquerosa por el mero hecho de que no piensa como tú (pobres perros, qué culpa tienen estos bellos animales). Es lo que sucede cuando, amparándote en la libertad de expresión, sacas a pacer la lengua y ofendes. Solo te queda asumir las consecuencias. 

La próxima vez que hables del procés catalá piensa antes de escupir. O de escribir, que para ti, al parecer, es lo mismo. Ésa también es tu pena. 

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