Opinión

Respetable

Hace un par de días colgué en una red social un enlace a una noticia periodística que alertaba de la seria posibilidad de que Donald Trump hubiese decidido (según fuentes oficiales) retirar a USA del Acuerdo de París sobre Cambio Climático.  De confirmarse esta decisión, estaríamos ante una aciaga noticia que traería a medio y largo plazo devastadores efectos ecológicos, y animaría quizás a otros países a seguir su ejemplo para así, entre todos, convertir este planeta en un gigantesco estercolero industrial de aguas contaminadas y atmósfera irrespirable. Claro que estas consecuencias escapan al «raciocinio» de Trump, convencido de que eso del cambio climático es una fábula de ecologistas y rojeras aguafiestas, tan lejana de la realidad como lo estaría la teoría evolucionista de Darwin. Él es más proclive a creer en el letal mordisco a la manzana por la maléfica Eva y todo lo que de pecaminoso nos ha traído. Supongo que de ahí proviene su misoginia. 

Y se me ocurrió llamar iluminados y cerriles a los que en su día aplaudieron la llegada al poder de este payaso multimillonario. Me objetaron entonces que ésa había sido la voluntad mayoritaria del pueblo norteamericano. Falso: Clinton obtuvo tres millones más de votos, pero por el sistema electoral allí imperante Trump obtuvo la victoria en delegados; pero en todo caso no me refería al votante estadounidense, sino a los que por aquí vitorearon el advenimiento de este "outsider" peligroso, viendo en ello una suerte de castigo a la corrupción del sistema, obviando el hecho de que las decisiones de este señor, convertido en un "sheriff" de gatillo fácil, pueden condicionar el futuro de las generaciones venideras. El mundo ha dejado de ser la inmensidad de antaño, y la voluntad caprichosa de un idiota con mando expande sus efectos por doquier. El hecho de que, solo escasos meses después de su elección, no sea descabellada la apertura de un proceso de "impeachment" (destitución), pone de manifiesto el claro deterioro de su imagen en su propio país. 

Pero el debate se puede abrir aún mucho más: ¿Es toda opción política respetable? Una respuesta simple y políticamente correcta es que sí. Mas si un partido promueve, qué sé yo, la xenofobia, la expulsión indiscriminada de inmigrantes, la restricción de derechos individuales en aras de una presunta seguridad nacional… ¿es respetable? Parece que la respuesta ya no está tan clara. Que diez millones y medio de franceses hayan votado a Le Pen, ¿convierten en respetable esa opción política, una formación que incluye entre sus predicados sangrantes dejaciones (violaciones) de los derechos que los europeos nos hemos dado? Dice la RAE que respetable es algo digno de respeto, o sea, digno de consideración, deferencia o veneración. ¿Respetamos así la URSS de Stalin, la Argentina de Videla, la España de Franco o la Francia que quiere Le Pen? Estas derivas gozaron y gozan de fieles seguidores, y una corriente neofascista recorre Europa, alimentando también a populismos baratos de uno y otro signo. Son millones los acólitos que desearían ver en los cetros patrios a una horda de nuevos dictadores, en una suerte de repetición de los auges fascistas que vieron la luz en la Europa que a la postre desembocaría en el cataclismo de la segunda guerra mundial. Y sin embargo nuestro sistema democrático hace respetables esas tendencias, esto es, les da libertad para airear sus funestos intentos de socavar el mismo sistema que los cobija. Cosas de la democracia. Ahí entiendo que acaba mi respeto, y por ello tengo que aguantar que una mente cerril abogue por la llegada de una dictadura.

Pero más allá de ese respeto debido a las reglas del juego, es igualmente respetable que cada uno pueda expresar la más enérgica crítica y rechazo a quien apoya a detractores de los derechos básicos. Por eso del respeto mutuo.

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