Opinión

A golpes con el futuro

Si le pegamos al que nos puede curar, le zurramos al que enseña, agredimos al árbitro y al rival en las competiciones deportivas o nos callamos cuando detectamos un caso palmario de violencia machista, resulta casi imposible construir una sociedad tolerante y respetuosa. Ya podemos gastarnos la pasta en campañas de sensibilización y lazos de colores para lucir en la solapa, que está bien, pero la soga de la violencia continúa hipnotizando a los cativos durante la etapa de formación. Es probable que acaben haciendo  lo que ven y no es precisamente esperanzador. 

Los profesionales sanitarios se quejan de que en el primer semestre de este año en Galicia se han registrado 174 agresiones. La pauta es similar en el resto de comunidades autónomas. Suena a locura. El paciente agradece con jarabe de palo el diagnóstico del médico o las curas del enfermero. El Defensor del Profesor del sindicato docente ANPE denunció hace dos días que en el último curso escolar se contabilizaron 2.249 casos de acoso y violencia contra docentes en España. Y sí, en este caso la culpa también es de los padres, ya que constatan un "antes y un después", según Nicolás Fernández, presidente de ANPE, desde la popularización de los grupos de WhatsApp que erosionan cualquier labor educativa por cuestionar abiertamente la autoridad del maestro.

Cada día se presentan en esta tierra 15 denuncias por violencia machista (5.683 en 2016 y 5.210 en 2015) y hasta CSIF Galicia ha decidido cubrir con delegados sindicales el vacío asistencial de apoyo a las víctimas. La sensación de desprotección acentúa el silencio de las mujeres en el mundo rural, avisa una encuesta realizada por la asociación Agra y Fademur. Estamos construyendo el futuro a golpes. Miedo. 

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