Opinión

A la vejez viajes

Cuando en 1824 el escritor y periodista riojano Manuel Bretón estrenó 'A la vejez viruelas', obra teatral sobre el amartelamiento tardío de una pareja de ancianos y los comportamientos impropios en determinadas edades, era imposible imaginar que casi dos siglos después los mayores del lugar aguantarían largas colas para conocer otros destinos con la ilusión de un adolescente antes de su primer beso. 

Pocas iniciativas políticas pasarán a la historia con una aceptación tan mayoritaria entre la población como el programa de turismo del Instituto de Mayores y Servicios Sociales (Imserso) que comenzó a aplicarse en la temporada 1985-1986. 

Incluso Europa se sorprendió con un plan en el que todos salen ganando. A los jubilados les sale más barato salir de vacaciones que quedarse en casa; el Estado recupera un euro y medio por cada uno que invierte por el IVA de una actividad económica de casi 400 millones de euros al año, además de ahorrarse las prestaciones de desempleo de unos 100.000 trabajadores del sector que se irían al paro si los hoteles cerrasen en temporada baja; y los establecimientos sortean los meses de inactividad aunque no obtengan grandes beneficios.

 La oferta de 1,3 millones de plazas en más de 300 hoteles de toda España permite viajar a más de un millón de jubilados cada temporada, ya que los precios oscilan entre los 144 euros  y los 595. Las agencias de viajes ourensanas registraron ayer largas colas de personas mayores para reservar el billete. Y las ganas son comprensibles. Superadas las reticencias de la primera vez, siempre se repite. Porque a la vejez, viajes, en los que a veces, y donde menos se espera, se tropieza con el amor o se apuntala el existente. Viruelas para el que se queda. 

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