Opinión

Animales en el Camino

El lunes pasado entró una moza en un garito de León para sellar la Compostela acompañada de un pastor alemán. "Somos los únicos que hacemos el Camino de Santiago con perros", comentó mientras señalaba a su pareja que la esperaba en la calle con otro can. No es un reto sencillo porque hay pocos alojamientos que admitan a peregrinos con animales.

Los cuatro habían comenzado a caminar en Burgos con largas marchas que llegaron a los 37 kilómetros, pero tuvieron que levantar el pie. Las almohadillas de las patas de los perros no soportan un castigo tan duro incluso para pies calzados. En seis días habían recorrido 195 kilómetros, superando los 30 de media por jornada, y llevaban dos etapas de adelanto sobre lo que recomienda cualquier guía para no acabar destrozado antes de tiempo.  

Al terminar el trámite con la acreditación, la moza tuvo que llamar al pastor alemán desde la puerta porque continuaba recostado en vez de seguir sus pasos. El perro obedeció a la segunda orden, pero se levantó arrastrando las patas traseras como un penitente. El miércoles, durante el viaje hacia A Coruña, este chófer de anécdotas buscó a la pareja con sus dos perros por las interminables rectas de los 50 kilómetros que separan León de Astorga. A su ritmo tendrían que estar cerca de la ciudad de las mantecadas, pero desde la carretera no se apreció rastro. Como someter a un perro a caminatas que superen los 18 kilómetros es una "humanada", como dice una colega, se puede presuponer que los canes no hayan aguantado y sus dueños estarán llorando la pérdida.
Un vecino de la localidad asturiana de Luarca ha lanzado estos días una campaña en la plataforma Change.org para detener la peregrinación de un ciudadano francés con un burro de nombre Pon.

El pollino tira de un carro y carga con pesadas alforjas desde Roncesvalles. El peregrino pretende llegar a Santiago por el norte y regresar a su casa por el Camino Francés. Aunque han conseguido unas 14.000 firmas de las 15.000 que pretenden enviar al Gobierno asturiano y al Seprona, el burro tiene todos los permisos en regla. No es cuestión de legalidad, sino de corazón y cabeza. Durante la última romería de El Rocío murieron diez caballos y un buey por las 'humanadas'. 

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