Opinión

La bombona vuelve al chalé

En algunos de esos chalés adosados que se adquirieron cuando te endilgaban créditos sin preguntar si podrías pagarlos, con coche de alta gama en el mismo paquete para completar la escena de felicidad absoluta, ha vuelto a parar el camión de reparto del butano. La encuesta de condiciones de vida del Instituto Nacional de Estadística refleja que casi uno de cada tres españoles está en riesgo de pobreza y y un 6,4% en una situación de privación material severa. Estas son personas que no podrían afrontar una factura imprevista como el reventón de un neumático, en caso de que haya la chiripa de que el coche continúe en el garaje; que no pueden mantener la casa a una temperatura confortable o que estiran el calendario para poder afrontar el pago de la letra de la vivienda.

La razón del regreso al butano para que de la ducha salga agua caliente no es cuestión de moda ni un movimiento reivindicativo. Todo el mundo es consciente del riesgo de accidente doméstico y de la incomodidad que acarrea la bombona, pero cuando las pasas canutas para llegar a primeros de mes sin que estalle la tarjeta de crédito eres capaz de retroceder unas décadas... Un estudio realizado por Educa 2020 y la Fundación AXA entre 9.000 universitarios, 2.000 en Galicia, revela que casi el 37% de los gallegos aspira trabajar en la función pública frente al 25,2% de la media estatal; el 16,1% desea ser asalariado de una multinacional y sólo el 10,6% sueña con montar su propio negocio.

La carencia de iniciativa empresarial es, en cierta manera, comprensible. Los mozos de la tierra que mejor sabe hacer las maletas son conscientes de que o emigran como sus abuelos, o la alternativa a la que se tienen que agarrar para mantener la casa a una temperatura decente pasa por ser funcionario o por conseguir empleo en Inditex o Citroën. El descrédito por la corrupción de la vieja política o la incapacidad de las nuevas formaciones para llegar a grandes acuerdos tampoco ayuda para generar optimismo. Poco se le puede pedir a un chaval que después de haber visto a su padre comprar un chalé y conducir un coche de alta gama, ahora le toca estar atento a que suene la bocina del camión del butano. Claro que peor están en el campamento de Idomeni.

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