Opinión

Chaval, sal ahí o sal de ahí

Cuando éramos cativos, en el pueblo nos reuníamos en la finca de Eliseo al lado del río para lanzarnos 'cutrillones' -hermosa palabra gallega que significa "terrón duro que levanta el arado"- sin miramientos. La regla inquebrantable era que sólo podía abandonar la parcela previamente acotada el que presentase heridas de sangre en la cabeza. Cuando regresabas a casa intentabas meterte en la cama para que tus padres no descubriesen los moratones porque te caía un capón más doloroso que un 'cutrillón". 

En la ciudad las costumbres no eran distintas. Los de un barrio nos citábamos con los del otro en el descampado que había detrás de la iglesia para zurrarnos sin remilgos y sin más motivos que pasar la tarde. Las normas tampoco se diferenciaban gran cosa. El que sangraba podía retirarse a la loma para contemplar la batalla mientras los que no querían participar en la refriega se dedicaban a tomar apuntes para contarlo al día siguiente en el recreo. 

A medida que el calendario perdía hojas se fueron evaporando las ganas de dejarse plumas y al llegar a BUP los chavales ya sólo pensábamos en esa rapaza que te había guiñado un ojo o en la carrera que querías estudiar para poder escapar del barrio y descubrir las costuras del mundo sin ansias de romperlo. Seguro que a todos les suena. 

El personal se escandaliza porque unos adolescentes llevan meses atizándose al lado de la Muralla de Lugo con público. La única diferencia es que antes las tortas se contaban y ahora se pueden ver en internet. Contemplando las imágenes ampliamente difundidas por los medios con los pertinentes análisis de sesudos expertos, puede detectarse que continúa  habiendo ciertas reglas en las justas y no se pega al que besa la hierba porque del corro sale alguien que ejerce de árbitro. Es ridículo que nos escandalice que los chavales graben sus andanzas cuando a los diez años ya le regalamos un móvil más potente que el de los progenitores. Un 'youtuber', cuyo nombre paso de escribir, acaba de cobrar 70 euros al que quiso estar media hora con él. Lo petó. El fulano es millonario gracias al talento de comentar juegos haciendo el chorras sin chupar un 'cutrillón'. Hay padres que apoquinan para contentar al churumbel. También es escandaloso. 

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