Opinión

Corred, valientes

En un velatorio en la Costa da Morte se acercó un amigo de la niñez para comentar que a los cuarenta y tantos ha decidido calzarse las zapatillas y comenzar a correr. Él, que sólo salía disparado cuando su madre lo llamaba para darle el bocata de Nocilla y se tronchaba cuando veía a este chófer de anécdotas castigándose durante la mocedad por los caminos del pueblo, se lo ha tomado en serio. Ha organizado un grupo de entrenamiento y se han inscrito para participar en la San Martiño ourensana que se celebrará el domingo, día 19. Estarán en la salida con otros 12.000 corredores en la cuadragésima primera edición de una prueba emblemática, si se cumplen las previsiones de superar el récord de 11.500 participantes del año pasado. 

A los que han hecho atletismo les sorprende el arrebato por correr de tipos que incluso las pasaban canutas para aprobar gimnasia, sobre todo porque a los 18 años la chavalada acostumbraba a cambiar la pista de entrenamiento por la de baile y nunca más volvía a pensar en vestir otra vez el chándal, a no ser que fuese para ir los sábados de compras al centro comercial. La deserción de promesas en el atletismo continúa coincidiendo con la mayoría de edad, sólo que son muchos los que regresan al deporte después de la etapa universitaria y de incorporarse al mercado laboral. 

Hasta hace un tiempo, sólo ejecutivos y peña con posibles o ganas de aparentar contrataban los servicios de un entrenador personal para mantenerse en forma, pero ahora hay mucha gente con un salario medio que prefiere gastarse 120 euros en un profesional para que dirija su preparación física en vez de fundirlos en copas. 

En cierta manera demuestra que los pasos vitales se han acelerado. Hace dos décadas,  un fulano a los 30 años estaba en el pico de la noche. Ahora, a esa edad ya está de vuelta de casi todo. La peña comienza a mamarse en la adolescencia, como se ve con el botellón que tendrá unas consecuencias impredecibles en el futuro, y cuando llega a la treintena es consciente de la importancia de cuidarse y de que el deporte no sólo es competición y medallas, sino que resulta imprescindible para conservar la salud y llegar a la vejez con las bisagras engrasadas. Corred, valientes. La meta es la salud. 

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