Opinión

Cuestión de pelotas

La moza regresa de la orilla molesta con el que parece su novio. "Y para jugar cinco minutos al fútbol me haces bajar la pelota a la playa", le reprocha con sonsonete mientras él no hace nada por regatear la chanza. Son de esos momentos en los que te reconcilias con la sociedad y piensas que, con tiempo, siempre se acaban recogiendo los frutos de la educación. La chavala, por cierto, tiene bastante mejor tobillo que su pareja de juegos, según demostró en los cinco minutos que él aguantó dando toques en la arena. El género no influye en el dominio de la pelota, es cuestión de talento. Reconocer el mérito del rival no es cosa de mujeres ni de hombres, se trata de ser persona. 

Y te vuelves entusiasta como cuando tu equipo encabeza la clasificación aunque sea una magnífica casualidad inesperada, pero cuando te sientas a pasar el día por el cribo para rellenar el folio, te encuentras sucesos que te devuelven a un pesimismo frustrante, sobre todo si la mofa es por ser mujer, gallega, joven y sucede en el Congreso de los Diputados.

Ángela Rodríguez, diputada de En Marea por Pontevedra, denunció públicamente en las redes sociales al trato vejatorio al que fue sometida por dos policías, un trabajador del Hemiciclo y dos periodistas cuando se disponía el lunes a recoger su acreditación como representante de los ciudadanos. Cómo iba a ser diputada con esa cara de niña, dudaron los dos componentes de las fuerzas del orden al no poder mostrarles la acreditación que aún no había recogido. "Es de las mareadas, galleguiña", apuntó uno de los informadores con tono burlón. Quizá tenga más tobillo, muñeca e inteligencia que la panda de catetos que prejuzgan al personal por el sexo o la apariencia. Más decencia, seguro. 

Te puede interesar