Opinión

Cuidadores de 70 años

Cada año escapan de Madrid para pasar el mes de agosto en A Coruña. Son unos vecinos ejemplares. Pagan los recibos de la comunidad en hora, no alargan la conversación en el ascensor más allá de la cortesía  y durante once meses, aunque no lo sepan, su plaza de garaje es utilizada en situaciones de emergencia por las visitas inesperadas. 

Nadie sabe a qué se han dedicado durante su vida laboral y eso que en casi cuatro décadas no han fallado ningún verano. Antes se notaba su llegada por la cochera ocupada y la efusividad veraniega en el cuarto piso, ahora los delata el ruido de la vejez. El padre falleció el año pasado a unos meses de ser centenario, según supo el portero; la madre emite constantemente un quejido apagado, incluso cuando la sacan de paseo en silla de ruedas; y el hijo y la nuera llevan mas de un lustro jubilados, dicen en la portería.

"Estos dos tienen el cielo ganado por haber cuidado primero a su padre y ahora a su madre", comentó la presidenta de la comunidad después de cruzárselos en el rellano. Y bien pagado. "Si a mí se me va la cabeza, no me importaría que me internasen en una residencia. El hijo no está para muchos trotes, la madre no se entera de nada y hay profesionales que pueden atenderla mejor", añadió. Pero no es tan sencillo o sólo lo es si has llenado la hucha para costear los cuidados o recibes una pensión importante. 

En Galicia hay más de 400.000 hogares en los que reside alguna persona mayor de 65 años y 121.500 jubilados que viven solos, según cálculos del Plan Galego de Persoas Maiores. El precio medio de una residencia pública es de unos 1.500 euros al mes y, aunque el usuario sólo abone 865 euros de media, hay pensiones que no alcanzan para cubrir el coste de la residencia. Unos 1.700 ancianos estaban a la espera de una plaza en el sistema público con datos del año pasado. El precio medio de las casi 16.000 plazas en residencias privadas asciende a 1.600 euros al mes, aunque es difícil encontrar una habitación que se acerque a la media que indica la estadística. Hay más cuidadores de 70 años de los que pueda parecer. Unos lo harán por gusto, a otros no les queda más remedio. Nunca sabremos qué quiere decir la vecina con su constante quejido apagado. 

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