Opinión

Curanderos

La Fiscalía solicita penas que suman 334 años de prisión para el falso médico ferrolano conocido como Coté. Lo acusa  de "un homicidio por imprudencia grave, un delito de lesiones con deformidad, 63 de lesiones con uso de instrumento peligroso, blanqueo de capitales, intrusismo profesional, estafa agravada y falsedad de documentos oficiales, entre otros" desmanes. Hay contabilizados 130 pacientes que acudieron a la consulta de José Manuel López Pérez con una dolencia y salieron con otra enfermedad diagnosticada. El tratamiento para la patología inventada no se limitaba a unas aspirinas o a un anisete que actuase de placebo, sino que en algunos casos, como detalla el fiscal en su escrito, se atrevió a blandir el bisturí y realizar intervenciones quirúrgicas con sus limitados conocimientos adquiridos durante el Bachillerato. Tenía hasta un remedio contra enfermedades degenerativas que costaba 12.000 euros. 

Más de cuatro millones de euros se embolsó Coté con el engaño y más de dos décadas estuvo ejerciendo sin que el Colegio de Médicos o los inspectores detectasen que los títulos que colgaban de las paredes de su consulta y que lo acreditaban como oncólogo, traumatólogo, cirujano, neurólogo infantil e incluso abogado eran una fabulación. La Xunta ordenó clausurar la clínica en el 2002 tras la alerta de una paciente, el Supremo ratificó la sentencia cinco años más tarde y nadie se ocupó de ejecutarla hasta que en 2008 Coté fue detenido por primera vez al ser otra vez denunciado. Abonó la fianza y al año siguiente fue otra vez apresado al comprobar el programa 'Diario D' que continuaba con la actividad en Vinaroz (Castellón) gracias al testimonio de una mujer que no se creyó que una sola cabeza pudiese acumular tanta sabiduría clínica. 

Los afectados no fueron los únicos cándidos en esta historia de picaresca médica. Coté incluso jugó al trile con las revistas científicas y les escondió la bolita con sus fantasías.  Es comprensible que en sus clínicas de Ferrol y Viveiro hubiese colas porque la desesperación propicia que el ser humano se agarre a cualquier charlatán. Además, hasta hace no mucho, en este país un hueso salido te lo podía colocar tanto el herrero como la modista. Todavía quedan demasiados Cotés y muchos incautos.  

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