Opinión

La dimisión en el furgón policial

Hay que reconocer las debilidades. Yo por Bea Mato. Sobre todo cuando te la encuentras en el Mercadona y se da la vuelta, siempre pizpireta, para bromear por lo que acaba de escuchar sobre los distintos brebajes de soja sin tener en cuenta el rejonazo recibido en una columna.

La oposición pincha en hueso con la conselleira de Traballo e Benestar. Es una encajadora como los políticos bregados. Y después invitará a un café con una sonrisa. Ya pueden pedirle que dimita por haber tardado en coscarse de que las millonarias subvenciones que su departamento concedía a la trama de la 'operación Zeta' para cursos de formación acababan en el bolsillo del militante del PP Gerardo Crespo, que ella tendrá algo con lo que retrucar.

"Non hai ningunha razón, nin na miña conciencia nin na miña acción ou omisión que me faga pensar sequera en presentar a dimisión", proclamó en su comparecencia en la Cámara para explicar los presupuestos. "E outros só polo feito da omisión...". Porque Crespo ha chupado de todas las administraciones durante un porrón de años y quién está para tirar pecados cuando se carga con pesadas piedras. "Esta institución non é un teatro nin un teatrillo, vense a traballar", reprochó con firmeza Beatriz Mato. Como para preocuparse por el bolso y la lotería que, presuntamente, le regaló el ideólogo de la trama.

Es que se pide la dimisión por cualquier cosa, chico, y ya se sabe que por estos pagos sólo se dimite cuando se pisa el furgón de la Guardia Civil. Y a veces ni por esas ni en la cárcel, como ha demostrado el presidente de la Diputación de León, Marcos Martínez Barazón. Puede darse el caso de que el PP, su propio partido, le presente una moción de censura para desalojarlo de la institución provincial y de la alcaldía de Cuadros. "Es un mal general que la gente no dimita cuando debe", incluso reconoce el ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo. 

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