Opinión

El fuego es el síntoma

Cuando la lluvia apague los incendios no guarden muy lejos los cubos y las mangueras. Pasará el duelo por los cuatro fallecidos en el fin de semana en Nigrán, Carballeda de Avia y Vigo, el tiempo acabará sofocando las protestas, por Navidad ya estaremos hipnotizados por otros fuegos y casi sin darnos cuenta los 'brigadistas do común' tendrán que echar otra mano al servicio de extinción de incendios forestales de la Xunta para que no haya quien nos queme Galicia para siempre.

La imagen es cíclica, como las catástrofes marítimas, y continuamos sin hacer mucho más que alimentar la industria del fuego. 

En junio del año 2012 este chófer de anécdotas le preguntó a Rafael Crecente, profesor de la USC y director del Master Terra, por qué arde un territorio con tantos recovecos como posibilidades: "Todo el mundo tiene una respuesta y todos tienen parte de razón. El fuego es como una fiebre, un síntoma, que desvela una enfermedad. Durante siglos hubo una forma de actuar que colapsó por el cambio de uso del territorio y no se sustituyó por otras políticas públicas de gestión".

La pregunta es hoy la misma, como los posibles culpables de provocar esta tragedia ecológica: la cerilla del vecino envidioso, la industria maderera, los cazadores, los ganaderos, el negocio de la extinción, mafias organizadas, el cambio climático, algún brigadista desaprensivo... La gran tristeza es que la respuesta del experto continúa estando vigente. No se han activado políticas públicas de gestión por temor al coste electoral.

Podemos seguir perdiendo el tiempo culpando a presuntos incendiarios, o aceptar el fuego como síntoma y tratar de una vez la enfermedad. 

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