Opinión

El grupo

Cuando crees que ya no pueden quedar más grupos de WhatsApp de los que salir, un buen amigo te enrola en el de de su chalana por si algún día de este mes de agosto te apetece dar un garbeo o marearte -según el estómago de cada cual- por las Rías Baixas. Y te pasas unas horas construyendo una disculpa que no sea descortés con alguien que acaba de exponer tu número de teléfono en la plaza pública, aunque sea con derecho de admisión, y en la que todos verán la espantada aunque intentes disimular y no hacer ruido. "Perdona, pero sólo estoy en el de la pachanga de fútbol de los jueves y en el del curro porque no me queda más remedio...". Da igual. Siempre habrá daños y consecuencias. 

Rechazar la incontinencia de primos lejanos, cercanos o medio primos con los que llevas lustros sin cruzar palabra resulta más sencillo. No me interesa ver qué comes ni tampoco que me enseñes ese orzuelo puñetero que me estomaga el desayuno. Y un par de lustros más de paz y silencio. 

Ahora da la impresión de que si una persona no sube una foto del plato a un grupo parece que no ha comido. En los conciertos el personal se pasa más tiempo grabando que escuchando. Es un afán por poseer el momento en vez de disfrutarlo. A finales de junio Ilegales se marcaron un conciertazo en León. Al público, ya talludo, con menos pelo pero siempre rockero, no se le ocurrió sacar el móvil del bolsillo para estropear el instante y el recuerdo. Hermosa contradicción. Días después, si Amaral llega a actuar en A Coruña sin iluminación, nadie se hubiese escoñado por las escaleras del Coliseum. Una gran parte del público disfrutaría lo mismo y con más calidad viendo un DVD.  

Hace un par de décadas, antes de las cabinas de teléfono del colegio mayor Hernán Cortés de Salamanca había un enorme cartelón para disuadir a los alumnos pelmas o carentes de afecto familiar: "El teléfono sirve para acortar distancias, no para alargar conversaciones". Sabio consejo que sigue valiendo para las redes de mensajería instantánea. Que si el emoticono con el pulgar en alto para dar por entendido el mensaje, otro de vuelta, un beso añadido, dos de regreso, otro beso más de regalo... Era más rápido aquello del "cuelga tú, cuelga tú". Y así hasta que te colgaba tu padre. 

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