Opinión

Envíen también gente a la que vigilar

Anunció Santiago Villanueva que la Guardia Civil enviará más efectivos para disuadir a los pirómanos de sus malvados propósitos en el sur de la provincia de Ourense. La intención del delegado del Gobierno en Galicia es buena y más si las unidades se mantienen todo el año como reclama una sociedad envejecida para sentirse más segura, pero sólo parchea el problema de cada verano.

La asociación ecologista Arco Iris ofreció 5.000 euros a quien aporte datos fiables para identificar al presunto incendiario de Verín que arrasó desde finales de la semana pasada casi 1.400 hectáreas de monte raso. Aunque incentivar la delación con una recompensa es para algunos cuestionable, las ganas de echar una mano son loables. Arco Iris también prometió en septiembre de 2015 una bolsa de 10.000 euros para desenmascarar al autor del incendio de Cualedro que quemó 3.000 hectáreas y el problema continuó al año siguiente.

Ayer La Región publicó una imagen brutal. La motobomba devorada por las llamas en Maside es la metáfora de la impotencia definitiva. Ya puede haber Grupos de Reserva y Seguridad (GRS) sobre el terreno y hasta los portavoces de las fuerzas de la oposición patrullando la provincia, con la conselleira de Medio Rural y el delegado del Gobierno a la cabeza, que dentro de doce meses estaremos en las mismas, aunque se hayan detenido a 126 incendiarios, 58 en Ourense.

Con las fuerzas de seguridad habría que enviar también a gente a la que vigilar. El principal problema del interior de Galicia es la despoblación del rural y el abandono de las tierras. En octubre del año pasado los compañeros Javier Rey y Antonio Nespereira publicaron en este periódico un preocupante reportaje desde el titular: "La provincia caerá por debajo de los 300.000 habitantes en 2022". Ourense pasará de rozar el medio millón de personas en el ecuador del siglo XX a caer por debajo de las 300.000 en el primer cuarto del siglo actual, según la proyección demográfica elaborada por el Instituto Nacional de Estadística, que acostumbra a ser riguroso.

Con casi 100.000 habitantes superando la edad de 65 años en tres lustros, pocos brazos quedarán para trabajar una tierra agradecida y generosa cuando la cuidan.

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