Opinión

Intocables

Hace diez años parecía impensable que los futbolistas se sentasen en el banquillo por regatear al fisco, que los banqueros entrasen en el trullo por firmarse indemnizaciones millonarias, que el extesorero de un partido político –o multinacional de la política– como el PP se enfrente a penas de cuarenta años de cárcel o que un exministro de Defensa abandonase el retiro en la embajada del Reino Unido por un informe del Consejo de Estado. Y menos que su sucesora pidiese perdón a los 62 militares fallecidos en el accidente del Yak-42 porque después de la tragedia el responsable continuó su carrera política.

En el 2006 el personal andaba más pendiente de buscar crédito para el adosado con BMW en la puerta y vacaciones sumadas a la letra que de pensar en si tendría trabajo para pagar la cuenta. Mientras jugábamos en esa 'Champions League' económica, como Rodríguez Zapatero definió a una situación tambaleante, había barra libre para las corruptelas y los desvaríos del poder porque o no se les prestaba atención o se escuchaban con sordina. 

En cierto modo todos fuimos culpables de esa sociedad de barra libre y propinas gordas. Pero estalló la burbuja inmobiliaria, la banca se quedó en los huesos y empezaron a sumar los céntimos. La crisis ha causado estragos en una sociedad de bienestar que tardará años en repararse pero a cambio se ha recuperado el valor de la decencia.

El mismo día que la ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, pedía perdón a las víctimas del Yak-42 en comisión parlamentaria casi 14 años después del accidente, Luis Bárcenas reconocía en los tribunales que durante su etapa como tesorero el PP tenía "contabilidad 'extracontable" y la Audiencia Nacional enviaba a la cárcel a los exdirectivos de Novacaixagalicia, José Luis Pego, Gregorio Gorriarán y Óscar Rodríguez Estrada, al expresidente de Caixanova Julio Fernández Gayoso y al asesor jurídico, Ricardo Pradas por establecer unas indemnizaciones millonarias cuando la entidad financiera gallega zozobraba.

Puede que tardemos varios años en recuperarnos, pero queda el consuelo de que nada volverá a ser igual. Algo se ha avanzado porque diez años después ni Messi ni Ronaldo son intocables.  

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