Opinión

La estupidez y los niños

A hora resulta que las escuelas catalanas son una fábrica de independentistas por culpa de la inmersión lingüística, según cuentan algunas de las tribunas más altas de los medios madrileños. Los maestros gallegos, y hay unos cuantos afiliados al BNG, se han esmerado para cumplir con la ley de normalización lingüística aprobada por el Parlamento de Galicia en 1983 hasta que Núñez Feijóo ordenó levantar la mano con el decreto del plurilingüismo, pero han sido unos pardillos a la hora despertar en los cativos un sentimiento soberanista. 

Se ha escrito que los rapaces catalanes saben un porrón de historia tergiversada de Cataluña y de España y en cambio a muchos de los adolescentes gallegos les suena la Guerra Civil porque Mario Casas protagonizó una película. El lugar de nacimiento del dictador Franco y de Pablo Iglesias, fundador del PSOE, mejor que no caiga en un examen. 

 Que si en los institutos de Olot han pedido permiso a los padres para que los chavales  puedan ir a la manifestación, que si... Y quizá haya algo de cierto en algún docente desaforado, pero convendremos que cuando eres adolescente sales –o salíamos– a manifestarte contra las nevadas tirolesas si es necesario. 

Una cosa es la capacidad de un buen maestro para seducir al alumnado y otra muy distinta tomar a los niños por idiotas. Resulta cuando menos curioso que la mayor parte de los integrantes de la Comisión pola Recuperación da Memoria Histórica da Coruña que tanto le están tocando ahora los pies a los descendientes de Franco con el Pazo de Meirás y con la coruñesa Casa Cornide –ayer el BNG la asaltó en un acto simbólico para exigir su devolución– fueron educados en una férrea disciplina franquista y en cambio no se caracterizan por sus simpatías hacia el dictador. La de rosarios que habrán chupado estos veteranos activistas, la de veces que habrán cantado cara el sol sin saber lo que decían y la de consignas falangistas que habrán recibido... Y nada chico, que no dejan en paz a Carmencita Franco y eso que ya tiene una edad. En Cuba se dice que la juventud tiene la exigencia moral de ser rebelde, pero son esos jóvenes los que no comulgan con el Castrismo. Se trata de todo lo contrario de lo que piense mi padre. 

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