Opinión

La lápida y la Santa Compaña

En el paseo que discurre por la orilla del río Tea a su paso por Mondariz Balneario hay una lápida musgosa en la que puede leerse: "Aquí falleció Valeriano Valverde de la Torre. 30-6-1962. A los 9 años. D.E.P." Si la caminata sorprende con la tarde a punto de caer derrotada, el personal acostumbra a apurar el paso a esta altura porque el miedo o el respeto a los muertos continúa anidando en el subconsciente. 

En el pueblo tienen un recuerdo difuso de  lo que sucedió en el 30 de junio de 1962. Tras varias preguntas en los bares a personas con  más edad para hacer memoria que para soñar, fue finalmente una joven recepcionista del balneario la que aportó una versión más precisa de la tragedia que conmemora la lápida. Un niño de nueve años se ahogó al verse sorprendido por la crecida del río mientras intentaba salvar las vacas y el carro o eso le había contado el abuelo en una de esas historias de invierno al calor de la lumbre. 

Hoy esta clase de homenajes funerarios no son habituales. Quedan algunas flores en las cunetas en las que se ha producido un accidente de tráfico pero poco más, a no ser que se trate de una tragedia de gran relevancia como los agentes de policía ahogados en la coruñesa playa del Orzán cuando intentaban rescatar a un estudiante de Erasmus.

Tampoco han sobrevivido aquellas historias de la Santa Compaña avivadas por el fuego que provocaban canguelo al más pintado del lugar. El paseo de las ánimas para llevarse a algún vecino ha desaparecido desde que la luz eléctrica alumbra los caminos. En los años 40, dos niñas de la Costa da Morte creyeron ver a la Santa Compaña cuando regresaban del monte con las ovejas. Se quedaron paralizadas al comprobar que la comitiva se dirigía directamente hacia ellas con un balanceo de farolillos y un rumor de oraciones. Cuando ya pensaban que estaban delante de la parca escucharon unas voces que las saludaban por su nombre con gran efusividad. Eran el cura y el médico que se dirigían a asistir a un moribundo, cada cual en lo suyo, acompañados de varios vecinos para espantar el miedo a la Santa Compaña.

Si las rapazas hubiesen salido por pies, hoy seguirían dando testimonio de una historia que nunca sucedió ni acabó en lápida. 

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