Opinión

"De mayor quiero ser viejo"

Hay detalles que te reconcilian con el ser humano. Sorprende encontrar al mediodía a más de medio centenar de jubilados moviendo el andamio con ganas en un parque. Al regreso del paseo, unos 45  minutos más tarde, los tíos seguían con cuerda, aunque habían cambiado la música ligera por el vals. La imagen desbordaba vida. 

Durante los primeros cursos de EGB, un compañero de clase tenía siempre a mano una demoledora respuesta para el momento en el que cualquier maestro le preguntase por las perspectivas de futuro: "Yo de mayor quiero ser viejo". Los maestros quedaban descolocados, sin decidirse a castigar o a premiar al rapaz por la audacia, y los alumnos nos dábamos una panzada a reír. 

Cuando tropiezas sin esperártelo con una grey añosa contoneando la cintura, también deseas ser viejo de mayor, como el colega del colegio, aunque nadie te garantiza que la vida vaya a repartir las mismas cartas. Lo habitual es que te toque bailar solo. En las noticias de TVE contaron que "unas 40.000 personas sobrellevan el cáncer en soledad al no contar con un entorno familiar fuerte". La situación es doblemente dramática. El trabajo de los voluntarios de la Asociación Española Contra el Cáncer que acompañan a los enfermos una vez a la semana para que puedan desahogarse resulta impagable. 

El martes pasado, el departamento de prensa del Arzobispado de Santiago envió una nota a los medios para anunciar que las delegaciones de Pastoral de la Salud y Apostolado seglar ponen en marcha en Pontevedra el centro de escucha San Camilo para personas que están pasando un duelo o que sufren cualquier clase de pérdida. Dejando al margen las connotaciones religiosas, que también las hay, si se activa el servicio, es porque existe demanda, aunque no se trate de un negocio, al menos hasta ahora porque siempre puede aparecer algún listo. El coste de una residencia privada asciende a unos 1.800 euros de media por persona y da la impresión de que la vejez sólo se la pueden permitir los ricos. En Galicia, más de 121.000 personas mayores de 65 años viven solas y mucha más gente no tiene a nadie que le enjugue la pena o la saque a bailar para soportar la ausencia de lo que más ha querido. 

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