Opinión

El mundo parecía tan grande...

Cuando zarpó en el 'Juan de Garay' desde el puerto de Vigo en 1952 sólo había visto una postal de Buenos Aires en la que aparecía la avenida Corrientes y el Obelisco. Era todo lo que conocía de una ciudad a la que llegaría tras casi un mes de travesía gracias a un préstamo familiar para costear las 6.000 pesetas del billete, unos 12.000 euros de ahora, según la actualización del valor del dinero del Banco de España. Él decidió emigrar por necesidad, pero durante la singladura entabló amistad con otros gallegos que lo hacían para escapar de los años de plomo de la dictadura de Franco. 

Hoy podría ver la entrada de la vivienda en la que residía su hermana en Buenos Aires gracias a un programa de Google, darse un garbeo virtual por Corrientes o contemplar el Río de la Plata desde el aire. Pero las razones para que ahora alguien abandone su tierra son las mismas o similares, sólo que el mundo cada vez nos parece más pequeño. 

En Chaouen, una localidad del norte de Marruecos refundada por los musulmanes que expulsaron los Reyes Católicos tras la conquista de Granada, también se quejan de la globalización que hace tambalear su artesanal industria textil. Las "chilabas", como las llamamos nosotros, o las "yilabas" que visten ellos, llegan en grandes contenedores desde China para colárselas a los turistas más pardillos. El diseño es parecido, la calidad incomparable, como el precio. Antes el mundo parecía inabarcable. 

El atentado yihadista de Barcelona sobrecogió a este chófer de anécdotas ya de regreso del norte de Marruecos. Fue un reportaje perdido por unas horas. Durante el viaje, sólo la presencia policial en cada rotonda y en cada plaza recordaron que un poco más abajo también se la juegan contra el terrorismo islamista. "No deja de sorprenderme las cinco veces que llaman al rezo cada día", comentó en una terraza de Tetuán una pareja gaditana mientras los almuédanos repetían el aviso en los minaretes de la ciudad. Quizá no se acuerden de que hace no mucho tiempo por aquí salía todo el mundo disparado cuando las campanas tocaban a misa. Resulta incomprensible las barbaridades que se dicen de los inmigrantes musulmanes por la atrocidad de unos descerebrados. Ahí al lado también tienen miedo. 

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