Opinión

Plastas de la solidaridad

Son como hormigas y también muy plastas. A veces incluso bordes rozando la grosería. Es inevitable no encontrárselos en cada esquina céntrica de cualquier ciudad. Cada vez más rapaces, por ganar un jornal o por altruismo, se alistan en ONGs para captar socios. Y el personal empieza a estar harto del asalto de cada día.

Si les sueltas que llevas prisa y no te puedes detener para sacártelos de encima con educación, te responden que te acompañan para propinarte la chapa sobre su organización benéfica. Si te niegas a caminar con compañía, entonces cambian el careto sonriente por una 'bordería' del tipo "pues entonces dime que no te interesa y ninguno de los dos pierde el tiempo". Como se trata del delicado asunto de la solidaridad acabas sintiéndote mal y con un cargo de conciencia del tamaño de una comisión bancaria. Quieren arreglar el mundo, la buena intención se le presupone a los rapaces, pero lo que sí consiguen es estropearte la mañana, la tarde y a veces hasta el sueño.

Ya es hora de que abandonemos los remilgos. No, no me interesa que cada día invadas mi espacio vital contándome lo mal que está el planeta porque la peña, más que menos, anda justa de efectivo y está abrasada por tanto impuesto. Es la Administración, mediante el departamento que se encarga de los asuntos sociales o la ventanilla que le pete, la que tiene que financiar a este tipo de organizaciones, que para algo hay una casilla en la declaración de la renta.

Esa administración también tendría que velar para que los cuartos que se aportan cumplan con los fines que se anuncian y lleguen al destino prometido en vez de llenar la barriga de algún pillo, porque no es que seamos desconfiados, sino que resulta imposible confiar. Al lado de una moza que quiso acompañar a este chófer de anécdotas a una entrevista había un tipo bien aseado, con una pena que le llegaba a las rodillas y con un cartel delante que rezaba: "Me da vergüenza pedir, pero soy albañil, no encuentro trabajo y tengo tres hijos que alimentar".

Pareció incluso que se trataba de competencia desleal porque a este hombre que no da la turra a nadie también se le están apropiando de su esquina. Dio la impresión de que a él sí le va mal y cuenta la verdad.

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