En política puedes quedarte tirado por un pinchazo tonto o por un ruidito que no se ataja a tiempo. Que un presidente de la Xunta adquiera un coche blindado para la institución no tendría que suscitar críticas, pero Emilio Pérez Touriño creyó que la compra de un Audi 8 por 480.000 euros era un tema de cotilleo menor y Alberto Núñez Feijóo acabó pilotando San Caetano tras aquella campaña electoral de 2009 que pareció diseñada en un concesionario. El socialista respondió cuando el bipartito ya se había despeñado. Desveló que Manuel Fraga, su predecesor en la presidencia, había comprado dos Audi 8 blindados en 2001 y 2002 por los que el Gobierno gallego había apoquinado 600.000 euros; también informó de que en el garaje había dejado los 32 vehículos de alta gama Audi que se encontró cuando llegó al cargo, pero Núñez Feijóo ya conducía por las curvas de Galicia. En marzo cumplirá diez años sentado en las sillas con cuya adquisición por José Luis Méndez Romeu, entonces conselleiro de Presidencia, zarandeó al "sultanato del lujo", como desde las filas populares bautizaron al bipartito.
Al presidente Sánchez tendrían que advertirle de lo que le sucedió en Galicia a Pérez Touriño para explicar de forma clara en el Congreso sus desplazamientos en el avión oficial Falcon y en el helicóptero Súper Puma del Ejército del Aire.
El Gobierno de Pedro Sánchez se ha amparado en el secreto oficial para eludir las explicaciones que le han solicitado en la Cámara baja PP y Ciudadanos sobre el coste del desplazamiento en helicóptero y el dispositivo de seguridad para asistir a la boda de su cuñado, el hermano de Begoña Gómez, en la localidad riojana de Aldeanueva de Cameros. En la tarea de fiscalizar el hangar también se apunta al desplazamiento en el avión oficial para asistir al concierto de The Killers en Benicàssim poco después de aterrizar en la Moncloa. Fue un resbalón por el mal de altura, aunque también le atizarían por ir en taxi.
En el libro de ruta de Sánchez hay vetas más importantes para el interés común, pero PP y Ciudadanos han decidido percutir por una vía tan efectista como electoralmente efectiva. La reina inglesa detalla hasta la ginebra que pimplan en palacio y no merma su popularidad.
