Opinión

Potencia, en planes y en manifiestos

En planes y en manifiestos somos potencia. Incluso lo somos en retorcer una anécdota insignificante hasta que cante lo que no es. Al presidente Feijóo le ha dado por la biomasa. Ayer presentó con solemnidad a los agentes sociales su plan estratégico para crear 1.000 empleos con esta nueva industria energética. La previsión de que se movilicen 450 millones de euros hasta 2020, 89 en ayudas directas, parece demasiado parné para tan pocos curros, pero los cuartos serán los que se consigan y toda iniciativa es plausible, más si se trata del aprovechamiento de nuestros fabulosos recursos forestales. "Haberá quen se pregunte se merece a pena esta aposta por un sector aínda por desenvolver en Galicia, e mesmo descoñecido en moitos eidos da nosa sociedade. A resposta é que si. Agora temos que ser capaces de facelo". Feijóo dio en el centro de la diana.

La idea puede ser caralluda, pero hay que mantener la apuesta hasta el final de la partida. Estamos acostumbrados a que los planes sean de fogueo. Íbamos a ser potencia eólica como quería Fraga; íbamos a ser plató de cine; íbamos a ser la despensa acuícola del planeta; íbamos... No salimos de potiña, pero para compensar la desilusión nos largamos otro manifiesto con varios centenares de firmantes. Puede que algún día todos esos arroyos erráticos acaben formando una gran ola, pero desde la indecente guerra de Iraq y la chapuza del 'Prestige' el personal no se ha vuelto a manifestar en la misma dirección. Quizá no haya que protestar más, sino mejor. Cuando más duele es el día que toca votar.

Feijóo ha presentado otro plan y no es difícil acertar con el diagnóstico del moribundo rural; en el PSdeG continúan poniéndose trampas entre compañeros de equipo; el nacionalismo bracea cada uno por su lado y a la peña le llega cada día un nuevo manifiesto para firmar y con el que casi nunca se puede estar en desacuerdo. Así vamos entreteniendo el tiempo. Cuando no hay mucho donde rascar nos cagamos a través de las redes en dos periódicos por publicar que los malnacidos asaltantes de viejos hablaban en gallego, al igual que si largasen en rumano, y hacemos de una soplapollez un argumento de queja por maltrato lingüístico. De momento, sólo arderá el monte.

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