Opinión

Riquísimos en Avión

Ni Ibiza ni Menorca ni Cerdeña. Algo tendrá la montaña o el agua de Avión cuando cada verano se convierte en el epicentro de la riqueza mundial. Ha regresado Carlos Slim, el hombre más rico del planeta, según la revista Forbes, para compartir partida de dominó con Olegario Vázquez Raña, otro empresario que no maneja precisamente calderilla, en el Bar Moncho de su pueblo natal. A las fiestas de San Roque no se puede faltar. Ni tampoco al cumpleaños de Gela, su mujer. 

El pasado agosto también acudió Amancio Ortega, la tercera fortuna, y entre el capital del dueño del imperio textil Inditex y los posibles de Carlos Slim, mexicano de origen libanés y cuya familia regentó una mercería, sumaban a la mesa la escandalosa cifra de 100.000 millones de euros. "Con herramientas chicas no se puede hacer negocio grande", le espetó hace unos años un gallego emigrado a Argentina a un familiar que se había quedado en esta tierra de aristas y de artistas para dedicarse a la comercialización del encaje de Camariñas. El ejemplo de Zara o los inicios de la familia de Slim han demostrado que el éxito no es cuestión del tamaño de la máquina ni de la ubicación de la empresa, sino del calibre de la idea. 

Vázquez Raña representa al emprendedor que triunfó lejos de su tierra y que cada día sueña con volver a la aldea. Amancio, 'Cholo', 'Penique' o 'El pobre', según el grado de confianza, escenifica que desde su pequeño mundo de Arteixo también se puede vestir al resto del planeta. Por el pueblo ourensano de Avión pasan otros invitados con gran patrimonio, pero con la misma discreción, una de las señas de identidad de los empresarios gallegos más sólidos. Mientras los focos se posan en famosos de medio pelo y en políticos pasajeros, la decisión de las nuevas generaciones no debería consistir en emigrar o en quedarse, sino en volar. Avión llegará luego.

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