Opinión

Todos podemos ser héroes

Hay conversaciones que te dejan la conciencia tiritando aunque el sol apriete sin clemencia. Resulta que un órgano trasplantado viene con fecha de caducidad. Aunque varía de una persona a otra, el tiempo medio de funcionamiento de un riñón de segunda mano es de unos 10 años; el corazón bombea unos 13 y un hígado puede depurar hasta 17 años sin decir basta.

Cuando te falla una de estas piezas estás fastidiado hasta que encuentras el repuesto. La espera es larga y hay muchos condicionantes, como la compatibilidad. Pero más angustioso que suplicar por un trasplante es ponerte a la cola por segunda vez. Pedro tiene 48 años y hace doce que le cambiaron uno de los dos riñones estropeados por una dolencia hereditaria. Sólo se jarreaba lo imprescindible como cualquier tipo que sale de cuando en vez con los colegas. Acostumbraba a practicar deporte para que no se oxidase el esqueleto, pero las enfermedades también apuntan a los que se cuidan. La operación salió a la perfección porque aquí tenemos unos cirujanos que de verdad sí son galácticos y pudo pasar doce años con una calidad de vida respetable. Como el segundo riñón ha superado el límite de kilometraje, ya tenía fecha para entrar de nuevo en el programa de diálisis mientras otro trasplante le permita seguir prorrogando el partido contra la parca.

El hombre estaba animado a pesar de tener que atarse a la dichosa máquina tres veces a la semana, pero una repentina neumonía le provocó una embolia pulmonar y como los demás órganos acostumbran a sumarse a la fiesta, una insuficiencia cardiaca lo llevó al coma. Su familia casi no tiene esperanzas ni de que supere el brete ni de encontrar otro riñón compatible. "Hay tan poquita gente que esté concienciada con esto...", se lamentaba una prima de Pedro que, por supuesto, es donante de órganos.

Según la Organización Nacional de Trasplantes, en 2013 aumentaron los registros: hubo 1.655 donantes de órganos (más de 35 por cada millón de habitantes) y se realizaron 4.279 trasplantes. Estamos a la cabeza del mundo, pero no es suficiente. Y en este caso la culpa no es de la Xunta por querer trampear el tiempo de espera para una operación ni del Ministerio de Sanidad por los crueles recortes . Todos podemos ser héroes.

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