Opinión

Una suerte de vida

Suso es ascensorista, ha caminado tres veces por el alambre de la muerte y lo sigue contando con una enorme sonrisa. Sus colegas, en vez de considerarlo un cenizo, están convencidos de que la suerte prefiere arrimarse a las buenas personas y él es de esos tipos que siempre te regalan buen rollo cuando te los encuentras aunque las esté pasando canutas. 

Primero se cayó por el hueco del ascensor desde un quinto piso. Cuando llegó la ambulancia, los sanitarios pasaron de largo del accidentado que en ese instante intentaba sacudirse el susto fumándose un pitillo en la entrada. Soldadas las costillas y restablecido de las magulladuras regresó al tajo. Ni se planteó buscarse otro oficio, como hubiese hecho cualquiera. Pero para un ascensorista el riesgo cero no existe por muchas cautelas y medidas de seguridad que se adopten. En un edificio en construcción se desplomó desde un noveno durante la instalación del ascensor. Una escalera olvidada contribuyó a amortiguar la caída y a que el parte fuese médico y no de defunción. " Tienes más vidas que un Suso", bromeaban los amigos durante su corta convalecencia, pero debe de ser cierto que no hay dos sin tres. La mala señalización durante la construcción de la autopista que une a Santiago con Noia hizo que tomase el camino acostumbrado y se dio cuenta de que había un gran boquete donde había carretera cuando ya estaba por los aires. Viajaba con sus dos hijos para visitar a su madre, se despeñaron por un terraplén de unos 20 metros de altura y los tres salieron ilesos. Aún años después parece un milagro.

A principios del mes pasado un ascensorista murió en A Coruña al caer por el hueco del ascensor. "Era un compañero que trabajaba en la misma empresa, pero ya sabes que él tiene más vidas que un Suso", comentó una amiga común en el abrevadero cuando todos se temían lo peor. "Es tan alegre que no puede morirse nunca", sentenció un cliente. Quizá la alegría tire de la suerte.

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