Opinión

Vocingleros

La tolerancia al ruido fluctúa con la edad. Durante la etapa universitaria te da igual vivir encima de un bafle mientras el piso sea céntrico, pero cuando tienes el primer churumbel te cagas hasta en la cerradura del vecino aunque regrese de juerga con sigilo. El negocio de la diversión y el descanso del personal más talludo casi nunca hacen buena cama, y menos en ciudades de tamaño medio con alta concentración de universitarios. Siempre hay una disculpa a mano para acabar de marcha. Cuando no es la celebración por un aprobado, es un suspenso el que incita a salir con los colegas para olvidar. 

Las principales asociaciones hosteleras de Santiago y el Concello han emprendido la campaña 'Fala Baixiño' para concienciar a la peña de que modere el tono de voz  al salir de los garitos porque resulta más molesto que los decibelios de un local sin insonorizar. Aunque la intención es buena, a la iniciativa no se le puede aventurar mucho éxito porque somos una tierra vocinglera incluso en un velatorio. Conseguirlo resultará tan complicado como mover un marco en el rural. 

Ayer tocó ir a un tanatorio, un lugar en el que, sobre el papel, se impone un respetuoso silencio. En la sala más alejada a la que ocupaba el finado responsable de la incómoda visita, se escuchaba con claridad que una señora está hasta el gorro de la vejez de sus padres y de sus manías. Resulta que la anciana se levanta cada madrugada para realizar a deshora las tareas del hogar y el marido la acompaña por miedo a que se caiga o le pase algo. Como la hija también se despierta, las noches en esa casa acaban siendo siempre toledanas como las de un universitario. "Y por la mañanas me dicen que no descansan. Para poder descansar bien antes hay que cansarse por el día", comentó con un tono cercano al grito. Ella continuó con la perorata y en las salas colindantes también se incrementó el volumen de las conversaciones. Nadie con los ojos vendados podría diferenciar si la conversación se producía en un tanatorio, en la feria de O Carballiño o a la salida de un pub compostelano. 

Dicen los gurús de la educación que un niño te presta más atención cuanto más bajo le hables, pero somos más de berridos. El día que hablemos bajo estaremos muertos. 

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