Opinión

El sobre y la cabina

Oye, te dejo el sobre con lo que ya sabes en el bar. Después me dices qué te parece, que ahora voy con prisa. Abur". El empleado público devolvió inmediatamente la llamada para que el interlocutor aclarase el contenido del sobre. "Es lo que habíamos quedado el otro día", respondió. "No, dime exactamente qué hay en el sobre", insistió el trabajador con voz de preocupación. "El catálogo de la exposición, pesado. Parece que no te enteras de nada desde COU", aclaró.

A los pocos días se encontraron y el hombre preguntó si le pasaba algo por una conducta que le pareció extraña. "Es que sueltas por teléfono 'te dejo el sobre con lo que ya sabes' y vete a saber si está pinchado y qué pueden pensar", razonó el empleado público.

Las numerosas actuaciones judiciales en las que están enredadas varias instituciones gallegas han cambiado la manera de comunicaciones hasta un grado de histeria. Los asuntos importantes ya no se despachan por teléfono y lo que se escribe en los correos electrónicos se repasa, incluso si es un mail a la contraria. Para que una fuente le largue algo a un periodista tiene que ser a la cara.

En los últimos diez años se han retirado la mitad de las cabinas telefónicas que había en el Estado. Telefónica mantiene una por cada 1.500 habitantes porque lo exige la legislación europea al considerarse un servicio universal. En Galicia sobreviven poco más de 2.000 y ya no se sustituyen las que se estropean porque habían dejado de ser rentables por su costoso mantenimiento. Pero como ya murió el que anunció el final de los libros en papel, también puede suceder lo mismo con el que pronosticó la extinción de las cabinas de teléfono. La empresa que coloque unas cuantas a las puertas de las instituciones acaba forrándose. 

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