Opinión

Barcelona, cantón independiente

Dice la fábula que Cataluña necesitó cuarenta años de lucha y proselitismo, dentro del Estado autonómico del 78, para lograr alcanzar el Gobierno independiente, en forma de República, con el que habían soñado los más viejos del territorio, herederos del pensamiento nacionalista del siglo XIX. El fabulador detalla en los libros de texto todos y cada uno de los pasos dados por egregias figuras como Jordi Pujol, su señora e hijos, quienes sacrificaron tiempo, esfuerzo y fortuna para alcanzar la libertad popular y la amnistía para sus caudales depositados en Andorra y Europa.

Habla el fabulador de la intachable gestión de Artur Mas para llevar a CiU a la ruptura interna y a la desaparición externa, en pro de una Cataluña más identificada consigo misma. Pero, sobre todo, la corona de laureles la comparten Carles Puigdemont, Oriol Junqueras y Carme Forcadell, artífices del logro final inmortalizados en las esculturas de Las Ramblas, para lo que pusieron en peligro, incluso, su integridad física amenazada por la pérfida España y su centralismo borbónico.

Ahora, pasada una década de aquellas gloriosas semanas del otoño de 2017, a la Generalitat le cuesta aceptar el “procés” desencadenado en Barcelona por los grupos separatistas y anticapitalistas, que tanto bien hicieron a la causa independentista. Desde hace un lustro se ha ido afianzando la idea de que Lleida y Girona roban a Barcelona y de que Tarragona es un territorio parásito de la fortaleza económica del puerto barcelonés. Incluso, algunos sectores económicos consideran que sus planes de captación de recursos externos representan una competencia desleal inaceptable.

La mayoría de los barceloneses están convencidos de que su ciudad aporta más capital a la República del que recibe. Consideran injusto que se primen las inversiones territoriales, sin tener en cuenta las necesidades urbanas y de su hinterland. Permanentemente ponen sobre la mesa la fuerza del PIB barcelonés frente al de las otras divisiones territoriales nacidas de la Constitución catalana de 2018. 

Incluso, les parece injusto el mal tratamiento protocolario que se le otorga a la ciudad matriz de la República. Y se recuerda en las escuelas y universidades que Barcelona fue condado desde el siglo IX al XVIII, llevando en su pendón la gloria de haber sido, en el siglo VIII, el bastión visigodo de defensa contra el invasor musulmán y que además dio lugar a la fundación de la Marca Hispánica. Un pasado histórico que le confiere una identidad propia diferenciada del resto del territorio republicano.

El 50% de la Corporación municipal, por todo ello, va a declarar a Barcelona Cantón independiente y se marcharán de la República. La situación se ha hecho tan insostenible que la Generalitat se ha trasladado a Tarragona, estudia aplicar el artículo 55 de la Constitución del 18 y suspender el Ayuntamiento. Encarcelarán a la alcaldesa y tomarán la guardia municipal bajo los Mossos d’Esquadra, además de las comunicaciones on line, la tv y la radio. La catarsis barcelonesa es inminente, sin importar que resulte ridícula, trasnochada y ruinosa. Según el fabulador, el President la ha calificado de golpe de Estado.

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