Opinión

C's ante el espejo

Si finalmente triunfa hoy la moción de censura de Pedro Sánchez a Mariano Rajoy, habrá sido la primera de nuestra historia en alcanzar el objetivo de retirar la confianza del Parlamento a un presidente del Gobierno. Las anteriores, perdidas de antemano, tuvieron un fin más prosaico y teatral. Esto es, poner en escena la potencia o importancia de un candidato opositor con la pretensión de alcanzar la presidencia del país tras unas elecciones generales en el horizonte.

La moción de censura actual ha convulsionado las revueltas aguas de los partidos políticos. Es la segunda de la era sin bipartidismo pero donde siguen ocupando el centro del campo los dos partidos tradicionales. Un PP descalabrado y un PSOE tratando de sacar la cabeza del agua y respirar. Por ello, ambos se ven obligados a mover los remos de sus barcos con el auxilio del resto de partidos, por ahora, menores.

Con el conflicto catalán pesando sobre las sedes de todos los nacionalismos, con la corrupción acorralada en la casa del PP, con las contradicciones de los emergentes –Podemos y Ciudadanos- a flor de piel, el PSOE se ha atrevido a levantar el banderín de enganche para desplazar a Rajoy y sus gentes, cuando en Génova ya creían garantizada la gobernabilidad hasta 2020 y ganado el tiempo necesario para eclipsar las profecías demoscópicas que colocan a Rivera en la Moncloa. En veinticuatro horas Pedro Sánchez ha pasado, para los portavoces populares, de ser un hombre de Estado a un traidor a la patria, a la economía, a los mercados, a la prima de riesgo… Para Ciudadanos es un candidato indeseable; para Podemos, un amigo del alma, y para los nacionalistas, un mal menor. Para todos, un espejo inesperado. Especialmente para PNV y Ciudadanos.

El PNV se ha visto, en menos de una semana, traicionando a los independentistas catalanes para votar los presupuestos. Ahora el órdago del PSOE vuelve a colocarlo ante la tesitura de sostener a Rajoy o ejercer la responsabilidad de Estado contra la corrupción, tan duramente criticada por ellos, quienes jamás han pecado contra el séptimo y el décimo de los diez mandamientos de la Santa Madre Iglesia. Hoy veremos si absuelven al pecador o le imponen la penitencia de pasar a la oposición. El espejo reflejará entonces su verdadera faz.

La imagen más terrible es la de C’s. Su espejo se la devuelve cada mañana desde la caída de Cristina Cifuentes. Se han convertido en sostén, en muleta, del partido al que aspiran sustituir. Una situación que los ha dejado sin argumentos políticamente válidos –suponiendo que alguna vez los hayan tenido-, volcando todo su ideario en el simple objetivo de alcanzar el poder. Siguiendo una mecánica casi idéntica a la de Podemos cuando las encuestas predecían el sorpasso, por la izquierda del PSOE.

Albert Rivera, desconcertado y sobrepasado por los acontecimientos, se ha quedado fuera de juego en el momento más dulce del sueño. Caído su sparring también pierde el ring y la capacidad de victoria. El espejo le está diciendo que el triunfo de Pedro Sánchez puede devolverle al PP –o como se llame si se refunda- el espacio perdido en el cuadrilátero de la derecha.

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