Opinión

La defunción de IU

Cuando pienso cuanto sigue aún están negociando puestos en las listas, intereses personales y estratégicos los responsables de Podemos e Izquierda Unida. Con los datos de las pasadas elecciones en la mano, Pablo Iglesias está vendiendo el humo de la hoguera antes de encender el fuego y Garzón mira deslumbrado el espejismo de creer que en política electoral dos más dos suman cuatro.

Desde la poltrona de la soberbia el líder de los activistas, ante la bajada del entusiasmo popular hacia su persona, ha tomado la calculadora al viejo estilo de la casta más añeja y ha puesto la zanahoria delante del millón y medio de fieles del último numantino del comunismo hispano. Cuanto despreció para alcanzar la meta del 20-N, confiado en el augurio de las encuestas, ahora le parece oro en paño para dorar el altar del sorpasso, levantado en su día por Julio Anguita para mayor gloria de Aznar. Si la historia se repite –creo que ya se está reiterando-, Pablo Iglesias y Alberto Garzón subirán a esa misma hornacina sagrada del poder absoluto a Mariano Rajoy, solo o con Rivera.

En esta hora mía, escucho que Garzón se debate entre ir de tercero por Madrid o primero por Málaga. Oscila entre ser segundón o cabeza de cartel. Escucho datos de que solo el 60% de los incondicionales de IU entregaría su voto a la coalición. Se dice que los comunistas piden a Podemos auxilio económico como compensación por su aporte de votos. Y hay quien se pregunta de dónde saldría el dinero de los podemistas para auxiliar a los eventuales socios unionistas. En medio del barullo y la urgencia, las cuestiones programáticas de ambas formaciones son simple papel pintado para empapelar las paredes del decorado.

El espectador entiende la estrategia de Pablo Iglesias pero no consigue aclarar las ventajas para Alberto Garzón, más allá de consolidar su situación personal en IU y rebañar algún escaño más en el Parlamento español. Es más, coloca a los residuos del viejo comunismo en el crisol de la disolución. Si tenemos en cuenta que las siglas de IU nacieron para disfrazar la añeja fórmula comunista, para hacer desaparecer del imaginario del votante las ideas y la praxis del comunismo histórico y obsoleto tras la caída del Muro de Berlín y el desmantelamiento de la URSS, pegarlas a la mochila de Podemos acabará por eliminar definitivamente su identidad.

Esta mañana, cuando la primavera calurosa vuelve a anunciar lluvias, tengo la impresión de que el comunismo traído del frío por Santiago Carrillo, bajo la peluca de la clandestinidad, está dando sus últimos estertores sobre una incierta mesa de negociación. El eurocomunismo se despide, hace mutis por el foro, sin gloria, sin aplausos y viendo como el telón de acero de la tragedia económica es más sólido que las archivadas proclamas de El capital o de El manifiesto comunista, y que la filosofía de Karl Marx y Friedrich Engels ya hace tiempo que no guía los pasos de IU.

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