Opinión

¿Dictablandas?

En el Día de la Paz he escuchado al presidente del Parlamento gallego, Miguel Ángel Santalices, calificar la dictadura de Franco como un régimen fascista y colaborador del holocausto implantado por Hitler. El presidente leyó un manifiesto consensuado por todos los grupos de la cámara autonómica, colocando con esta acción al PP-G en un rellano alejado de la escalera por la que sube imparable el PP de Pablo Casado/Aznar.

Horas antes, al referirse a la situación de Venezuela, había escuchado a Alfonso Guerra en la Cadena SER decir que “a veces las dictaduras liquidan la libertad de los pueblos pero al menos tienen eficacia en el terreno económico”, algo que no acontece con el régimen de Nicolás Maduro, quien ha arruinado a su país. 

Aunque quisiéramos ser pragmáticos, esas dos declaraciones me llevaron a sentirme dentro de una burbuja sociológica en la que las paradojas dominaban la situación. La integridad personal e ideológica de los dos personajes no me suscita la menor duda. Tanto a Santalices como a Guerra les avalan sus currículos políticos de absoluta solvencia democrática. Pero en este momento podríamos tomar a ambos como paradigmas del cambio mental por el que camina nuestra sociedad, cercada por la confusión, los integrismos y la falta de horizontes.

Mientras el presidente del Parlamento refleja a ese centro-derecha que desea colocar los sucesos de la Historia en el verdadero lugar que les corresponden, el ex vicepresidente socialista muestra una serenidad extraordinaria a la hora de valorar los acontecimientos del pasado más allá de los estrictos cánones ideológicos. ¿Se han intercambiado los signos o interpretamos mal los discursos? Quizás sea que la pequeñez humana se rinde a la magnitud y longevidad de los procesos históricos.

La derecha que heredamos del franquismo, la cual basaba su aquiescencia en los “avances económicos” para considerar dictablanda el régimen de Franco, necesitaba la perspectiva del tiempo para reconocer que la reconstrucción de aquella economía primero necesitó de la destrucción y del genocidio de una guerra, como todas innecesaria, para después vender un falso e injusto progreso social de la comunidad. 

El franquismo fue un error histórico. Y toda dictadura lo es, aunque Alfonso Guerra trate de ablandarlas como fruto de un discurso economicista y pragmático neoliberal, que parece aceptar. ¿Son más importantes el PIB o el déficit del Estado o las infraestructuras que la libertad de los pueblos? Estoy seguro de que Guerra prefiere la libertad al bolsillo, pero también tengo la certeza de que el tiempo lo ha conducido a ser más pragmático en beneficio de la sociedad que dogmático a favor de las utopías. He ahí un dilema, signo de nuestros días, donde el capitalismo globalizador tiene todas las papeletas del sorteo de cara al futuro.

El avance de los nacionalismos radicales e independentistas, la implantación de los partidos de extrema derecha, el amortiguamiento del centro democrático utilitario, la confusión ideológica de las izquierdas, los erróneos movimientos emergentes… declaraciones como la de Guerra ¿están anunciando la llegada del imperio de las dictablandas? No me gusta ese horizonte.

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